Buscar las raíces de ideas
enloquecidas
P. Fernando Pascual
16-4-2024
Si encontrásemos un grupo de
personas que afirmen que lo azul es verde, que lo malo es bueno, que lo alto es
bajo, y que afirmar algo como verdadero es ser intolerante, podríamos
reaccionar con sorpresa, y preguntarnos: ¿cómo llegan estas personas a afirmar
ideas tan extrañas, incluso enloquecidas?
Esas personas han existido en
el pasado y existen en el presente. Basta con recordar cómo jugaban con las
palabras algunos sofistas griegos, cómo engañaban a la gente algunos adivinos
estafadores, y cómo gobernantes sin escrúpulos prometían la victoria inminente
cuando sus propios ejércitos huían en casi todos los frentes...
Ante este tipo de situaciones,
hace falta buscar las raíces de ideas enloquecidas. Una es fácilmente identificable:
hay muchas personas que sucumben a mentiras fáciles por falta de espíritu
crítico, por exceso de confianza en gobernantes y medios de comunicación
engañosos, y por pereza intelectual.
Otra es más compleja: se llega
a ideas enloquecidas por etapas, desde un error inicial encerrado en una
propuesta con elementos válidos y con una pequeña dosis de veneno que luego,
poco a poco, produce sus efectos dañinos en la mente de las personas.
El pensamiento moderno puede
comprenderse así. ¿Qué hay más urgente que buscar la verdad? Ese era el
proyecto de Descartes. Pero el camino que escogió aquel famoso filósofo
encubría un error pernicioso: suponer que bastaría con analizar las propias
ideas claras y distintas, mientras se dejaban a un lado los consejos de los
sabios de todos los tiempos.
Otra raíz consiste en proponer
un gran ideal unido y mezclado con programas de acción injustos y llenos de
sofismas. Basta con ver cómo unos prometían la regeneración de Alemania
mientras discriminaban a miles de inocentes por su “raza”; o con recordar cómo
otros se lanzaban a la conquista de la justicia “para el pueblo” mientras
encerraban y asesinaban arbitrariamente a miles de “potenciales” enemigos de la
revolución.
Las ideas enloquecidas,
aceptadas por los dirigentes, por agentes de opinión, “filántropos” falsos,
incluso por quienes presumen de “verificadores de noticias”, se expanden entre
la gente, que muchas veces se convierte en su principal defensor al sucumbir a
su engaño.
Cuando las oleadas de mentiras
arrasan a las sociedades y llevan a discriminar cualquier atisbo de pensamiento
diferente (marginado y perseguido como “fascista”, “intolerante”, “retrógrado”
y otras descalificaciones), resulta muy difícil luchar contra la corriente y
denunciar algo tan sencillo como que el azul no es verde, o que uno no puede
convertirse en cualquier cosa que desee, por más cirugías “estéticas” a las que
se someta.
Necesitamos hoy, como en
tantos otros momentos del pasado, mantener la mente abierta y vigilante, para
descubrir cuándo empieza a difundirse una idea enloquecida para ponernos en
actitud de alerta.
De este modo, evitaremos caer
en sus redes, buscaremos denunciarla cuando todavía está en sus inicios, y
ayudaremos a otros a estar prevenidos y a adoptar una actitud sencilla y
asequible a casi todos: una mirada abierta y serena que respete a las cosas como
lo que son...