Con un nombre y una historia
P. Fernando Pascual
4-5-2024
Para algunos, los emigrantes
clandestinos son rostros anónimos que aparecen en las noticias. Los “vemos” en
barcazas repletas de gente o en fronteras de tierra atravesadas entre mil
peligros.
Pero todo resulta diferente
cuando uno tiene la ocasión de hablar con uno de esos emigrantes, de escuchar
su historia, de verlo caminar y saludar a la gente, de comer juntos un buen
bocadillo.
Ahora que conozco tu historia,
sé que saliste de un país africano semidesértico, cuando apenas tenías 17 años.
Luego, pasaste por la aventura
del viaje hacia las costas de Libia, con peligros y, en ocasiones, con hambre y
golpes.
Sé que llegaste a Italia como
clandestino. Tenías contigo solamente una gran esperanza de un futuro que no
veías en tu tierra.
Ese futuro empezó a hacerse
realidad gracias a personas buenas que te acogieron en diversos centros de
asistencia y que empezaron a confiar en ti.
Encontraste trabajo, ganaste
tu salario, empezaste una nueva vida. Llegó también el momento en el que
pudiste legalizar tu situación.
Han pasado varios años, y veo
cómo te saluda la gente del lugar, cómo te sientes, en una tierra nueva, como
si estuvieses en casa.
Ha habido y habrá problemas.
Incluso sé que tuviste que pedir ayuda ante ciertas situaciones que te dañaron.
Pero tienes amigos que buscan
tu bien, que no te dejan a un lado, que te llaman con tu nombre, que a veces te
“corrigen” porque desean que salgas adelante.
Ya no eres un rostro
misterioso ante quien puede surgir algo de miedo. Ahora eres un joven que, como
tantos otros, quiere encontrar un modo honesto de encajar en este mundo tan
difícil.
Eres un hombre como yo, con un
nombre y una historia, una patria de origen y una patria que ahora empiezas a
sentir también como propia.
No compartimos, es cierto, la
misma fe en Dios. Ello no impide que pasemos juntos una tarde, que hablemos de
la lluvia que llega o del trabajo de cada día.
Lo importante es seguir en
camino, sin dejar la búsqueda de esas verdades sobre Dios que también se
convierten en verdades sobre cada ser humano.