Al pensar sobre la existencia
de Dios
P. Fernando Pascual
10-5-2024
Pensar y hablar sobre la
existencia de Dios invita a un compromiso, pues todo se ve de otra manera según
lo que se concluya sobre el tema.
Porque, como ha sido
observado, todo cambia si uno admite la existencia de Dios o si la niega.
En otras palabras, las
discusiones sobre Dios no giran sobre temas que no tienen luego mayores
consecuencias en la propia vida.
El tema Dios se convierte,
entonces, en algo que involucra la propia vida, sea porque permite comprender
mejor su significado, sea porque abre (o cierra) un espacio a la esperanza.
Los argumentos, por ello,
tienen un valor único, pues abordan un asunto de enorme importancia y con
tantas aplicaciones.
Esos argumentos serán mejores
o peores. Los primeros ayudan a dar una respuesta más cercana a la verdad. Los
segundos pueden crear obstáculos y desorientaciones, incluso errores al llegar
a conclusiones sin fundamento.
Hay quienes muestran poco
interés por el tema, como si no tuviera relevancia. En realidad, quienes
prefieren no enfrentarse a la pregunta sobre Dios, dan una respuesta implícita
de desinterés, que también tiene sus implicaciones.
Dios, ¿existe? ¿No existe? Si
existe, la vida reviste un sentido íntimo, pues cada existencia procede del
Dios creador y adquiere su sentido en el encuentro, tras la muerte, con Él.
Si no existe, el mundo aparece
como resultado de fuerzas casuales, sin sentido, sin proyecto, sin metas. Un
día aparecimos desde elementos químicos y reacciones, y otro día
desapareceremos en la nada.
Al pensar sobre la existencia
de Dios, ponemos sobre la mesa no solo nuestro modo de pensar, sino también
nuestro modo de ver las cosas y de comportarnos.
Vale la pena, por ello,
plantearnos las preguntas: ¿existe Dios? ¿Qué puedo saber de Él? ¿Cómo se
relaciona con la existencia humana? ¿Se interesa por nosotros? ¿Vale la pena
reconocerlo como Creador y Padre?