Reivindicaciones justas y
acciones injustas
P. Fernando Pascual
16-5-2024
Ha ocurrido en el pasado y
ocurre en el presente: se comenten acciones injustas con la excusa de que se
defienden reivindicaciones justas.
Pensemos en una rebelión violenta.
Quizá se defiende un justo aumento de salario, una urgente mejora en las
condiciones laborales, o un irrenunciable derecho a viviendas asequibles.
En la rebelión violenta, esas
reivindicaciones claramente justas son defendidas con actos contra bienes
particulares (quema de coches, ruptura de escaparates, interrupción del
tráfico), o incluso contra personas, cuando se golpea a policías o a simples ciudadanos
encontrados casualmente.
Por desgracia, entre quienes
promueven cambios orientados hacia la justicia hay quienes justifican acciones
violentas con la excusa de que se puede hacer el mal para conseguir un bien.
En otras palabras, se
construye un relato según el cual las acciones violentas (e injustas) estarían
justificadas por los bienes y derechos que se busca alcanzar.
Ese relato no es usado solo
por los revolucionarios. Hay autoridades que hacen un relato parecido, pero
opuesto: para aplastar una revolución, afirman, sería lícito un exceso en el
uso de la fuerza, incluso a costa de provocar daños desproporcionados en bienes
físicos y en personas particulares.
Defender derechos, sobre todo
allí donde existen graves injusticias, es algo legítimo y puede exigir acciones
firmes. Pero nunca la búsqueda de lo justo puede convertirse en una especie de
permiso indiscriminado para golpear o dañar a inocentes.
Millones de seres humanos han
sufrido y sufren por injusticias que van contra derechos humanos fundamentales.
El sufrimiento provocado por tantas situaciones de abuso por parte de
delincuentes (aunque sean delincuentes con cargos públicos) no será superado
sanamente si se provoca otro sufrimiento sobre inocentes con la excusa de
defender una causa buena.
Frente al dolor casi infinito
de las víctimas de las diferentes formas de injusticia, hay que reaccionar con
modos adecuados y justos que permitan neutralizar las acciones de quienes dañan
a otros, sin provocar daños sobre inocentes que no tienen culpa alguna.
Vale siempre el consejo que
encontramos formulado en un hermoso texto de san Pablo: “No te dejes vencer por
el mal; antes bien, vence al mal con el bien” (Rm
12,21).
Solo así podremos avanzar
hacia un mundo más justo, en el que la tutela de los derechos de todos empiece
a concretizarse a través de acciones eficaces y respetuosas, también cuando se
trabaja a favor de reivindicaciones justas con el uso de medios adecuados al
bien común.