La historia entre lo necesario
y lo accidental
P. Fernando Pascual
24-5-2024
El hombre en cuanto hombre, un
día, morirá. El modo con el que llegará la muerte varía: unos mueren por
indigestión, otros al resbalar por las escaleras, otros por culpa de un virus.
Aristóteles distinguía entre
lo que es necesario (todo hombre, tarde o temprano, muere) y lo que es
accidental o contingente: no sabemos si Juan o Carmen morirán de gripe o por
tropezarse en la calle.
Puede parecer sorprendente que
la historia recoja un sinfín de accidentes, de hechos que ocurrieron no por
necesidad, sino de modo accidental.
Así, aquel general venció esa
batalla porque el día anterior había llovido. Ese industrial se empobreció
porque un periodista inventó una noticia falsa sobre la marcha de la bolsa que
provocó pánico en los bancos y los inversionistas.
Al mirar la propia historia
personal (nuestra biografía), nos sorprendemos al descubrir que nuestros padres
se conocieron “accidentalmente”, que un médico acertó en la terapia “por
casualidad”, y que la excursión tan soñada se convirtió en pesadilla cuando me
fracturé un hueso en la montaña...
La historia humana, en lo
grande y en lo pequeño, transcurre entre lo necesario y lo accidental, entre
fenómenos como la fuerza de gravedad y “coincidencias” que ni siquiera los más
prudentes pudieron haber previsto.
Constatar cómo toda biografía
se escribe así, con una tinta tan frágil, puede crear algo de miedo. Incluso a
veces nos preguntamos: ¿cómo algo tan importante como la vida puede depender de
accidentes tan incontrolables?
A pesar del estupor que surge
ante lo imprevisible, estamos aquí, sorprendentemente vivos, mientras en cada
momento se nos pide tomar nuevas decisiones.
Esas decisiones, contingentes
y libres, se cruzarán con otras decisiones y con fenómenos naturales
necesarios, y producirán resultados que van desde un nuevo contrato laboral
hasta un encuentro “fortuito” con un amigo de infancia que empieza a ser
nuestro compañero de trabajo.
No sabemos lo que vaya a
ocurrir en las próximas horas, días, semanas. Quizá solo después de lo
ocurrido, cuando reflexionemos sobre los hechos necesarios y los hechos
accidentales que se cruzaron en nuestro camino, empezaremos a comprender que
había un designio, un proyecto.
Ese designio, misterioso y
magnífico, nunca del todo descifrado, me iba acercando, poco a poco, al
encuentro con un Dios que me ama y que explica y fundamenta el sentido
auténtico de mi propia historia personal...