Reproches y responsabilidades
P. Fernando Pascual
30-5-2024
Unos reprochan a los liberales
el aumento de pobreza y desigualdades, a nivel nacional e internacional. Otros
reprochan a los socialistas por arruinar la economía real y disparar la deuda pública.
Detrás de cada reproche
encontramos una idea clave para comprender la vida ética de las personas: hay
responsables de muchos daños que vemos en nuestro mundo.
Un reproche puede ser justo o
injusto, excesivo o insuficiente, verdadero o falso. Pero siempre supone que la
persona reprochada sería culpable porque tenía alguna responsabilidad sobre un
ámbito importante de la vida humana.
Si alguien negase la libertad
y, por lo tanto, la responsabilidad respecto de las acciones que llevamos a
cabo, los reproches perderían su sentido, a no ser que fueran vistos
simplemente como un sentimiento de desagrado ante lo hecho por otros.
En realidad, el verdadero
reproche busca denunciar lo que otro u otros habrían hecho mal. Lo cual implica
dos cosas, entre otras: que el bien y el mal son cosas diferentes; y que las
personas son responsables de lo que deciden, incluso hasta el punto de tener
que “pagar” por eventuales daños (o ser premiados por beneficios).
Frente a teorías que niegan la
libertad humana, o que consideran casi imposible elaborar una propuesta ética
válida para todos, los reproches ponen en evidencia ese deseo irrenunciable que
nos lleva a superar lo malo en el mundo y a avanzar hacia lo que permita
mejoras para todos.
Ha llegado un reproche: un
amigo me encara por no haber ayudado a aquel compañero de trabajo. Su reproche
despierta en mí el sentido de responsabilidad.
Reconozco que pude haber
salido de mí mismo, que pude haberme dado cuenta de lo que le pasaba al otro,
que tenía opciones para ayudarle. Asumo mi responsabilidad y agradezco el
reproche.
Espero, con la ayuda de Dios,
reparar el daño que haya podido causar, y orientar con más decisión mi vida
hacia todo aquello que sea noble, justo y bello.