Cantantes y fans
P. Fernando Pascual
24-6-2024
¿Qué experimenta un fan cuando
se encuentra con el cantante al que tanto admira? Solo el fan puede responder
qué hay en su corazón, y por qué se siente como absorto ante este cantante.
¿Qué siente el cantante al
encontrarse con miles de fans en sus conciertos, o en los diversos lugares
donde se cruza con ellos? Cada cantante responderá de manera diferente a esta
pregunta.
Basta con ver esa sencilla
escena: un cantante (o una cantante), en el palco, con miles de personas. La
barrera de contención deja pasar a algunos admiradores. Uno se acerca al palco
y consigue intercambiar unas palabras con el cantante.
Parece un momento mágico. El
cantante, si está en buena forma, saluda con afecto y cercanía a su admirador.
Éste se siente feliz: ha gozado de unos segundos junto a quien es uno de sus
sueños.
Luego, la vida sigue su
camino. Quizá el cantante apenas reconocería a aquel a quien saludó fugazmente
en un concierto. En cambio, el admirador declara que nunca podrá olvidar el
momento en el que su “ídolo” le dirigió una mirada y unas palabras.
El fenómeno de los cantantes
famosos muestra ese deseo de afecto que tiene todo ser humano. El cantante
necesita de su público. Y los fans sienten una alegría inmensa al escuchar y
ver a su cantante favorito.
Pero todo ello resulta frágil
y pasajero. El cantante tiene su vida, y no puede ni remotamente recordar
cientos de rostros de quienes le dan la mano, le piden un autógrafo, le sonríen
en un estadio.
Los admiradores pueden
engañarse si llegan a suponer que su cantante les recuerda, lo cual es
prácticamente imposible. Incluso en el mejor de los casos, un fan puede seguir
en la memoria del cantante por un tiempo, pero poco más.
No es un consuelo marginal ni
imaginario, pero cada ser humano puede reconocer que existe Alguien para quien
resulta importante y que recuerda siempre a cada uno.
Ese Alguien, Dios, nos tiene
en su corazón, y desea ofrecernos ese afecto que tan necesario nos resulta, sea
para atravesar momentos difíciles, sea para compartir alegrías sanas y
reparadoras.
Un cantante ha saludado a un
fan. Le ha puesto su propia gorra en la cabeza. Es un momento mágico, pero
fugaz. Mientras, en el horizonte de lo cotidiano, el fan y el cantante pueden
abrirse al amor verdadero que nunca termina, y que se encuentra en un Dios que
es nuestro Padre de los cielos...