Desaparece la cartera
P. Fernando Pascual
19-7-2024
Apenas había bajado del
autobús, cuando notó que la cartera ya no estaba en el bolsillo.
En seguida, aquella persona
pensó quién habría podido robarla. Recordó una sospechosa pareja que estaba muy
cerca de él durante más de 10 minutos del trayecto.
Ella tenía la mirada
distraída, de vez en cuando hacía un gesto hacia él; por su parte, él movía una
cámara con la que parecía estar grabando lo que encontraba fuera de la ventana.
La víctima del robo sentía
rabia por su descuido. Tenía que llamar a la policía para denunciar el hecho, y
al banco para bloquear la tarjeta de crédito. Luego habría que hacer todos los
trámites para renovar los documentos.
Cuando iba a empezar las
llamadas, sonó el teléfono. De la otra parte le saludaron y le preguntaron su
nombre. Tras la respuesta afirmativa, escuchó lo siguiente:
“Mire, mi hijo encontró en el
suelo de la Plaza Mayor una cartera y me la entregó. Vi que era de Ud. No sé
cómo se la podría hacer llegar”.
La “víctima” sintió la
sorpresa y la alegría de aquella noticia. Al poco tiempo, la cartera estaba en
sus manos con todos los documentos y el dinero.
Esta pequeña historia, basada
en un hecho real, habrá ocurrido a más de uno. Al perder una cartera, en
seguida pensamos en un posible robo, incluso empezamos a buscar quién haya sido
el ladrón.
Luego descubrimos que nuestros
pensamientos eran erróneos y que acusamos a algún inocente que estuvo con
nosotros en el autobús. También descubrimos, con gratitud, que todavía hay
personas honestas que devuelven lo que encuentran perdido en la calle.
Por desgracia, muchas veces la
cartera desaparece porque alguien la robó. Pero antes de lanzar condenas sin
pruebas contra posibles culpables, vale la pena dejar que pase el tiempo por si
la cartera simplemente se nos cayó en la oficina, en un bar o por la calle...