Querer ayudar y crear
problemas
P. Fernando Pascual
8-8-2024
Nos ocurre y nos da mucha
pena: queríamos dar una mano y al final creamos un problema.
Pensemos en una escena
sencilla: voy a la cocina para ayudar en la limpieza. Hago un movimiento hacia
la izquierda, y con el codo derecho golpeo un vasija llena de salsa...
Mi gesto de ayuda ha terminado
en generar trabajo: hay que recoger los cristales rotos y la salsa desparramada
por el suelo de la cocina.
La escena anterior es
sencilla, casi familiar. Pero en ocasiones los daños “por ayudar” se producen
en temas que afectan seriamente a otras personas.
En estas situaciones, junto a
la pena por el daño ocasionado, puede surgir una idea que tiene apariencias de
humildad: mejor no ofrecerme a nuevos gestos de ayuda para no crear problemas.
Esa idea incluye algo de
verdad: como dice el refrán, mucho ayuda el que no estorba. Pero corre el
riesgo de encerrarnos en una especie de prudencia miedosa que nos impida ayudar
en tantos asuntos de la vida cotidiana.
Cuando hemos provocado un daño
por imprudencia, descuido, o simplemente por torpeza, no podemos quedarnos
atorados. La vida sigue adelante.
Tras lo ocurrido, lo primero
será siempre reparar daños, pedir disculpas, ajustar las cosas a la nueva
situación.
Luego, podemos aprender a
vivir más atentos, a calibrar prudentemente las propias fuerzas y
posibilidades, a evaluar bien las cosas antes de ponernos a ayudar.
Por último, esperamos que ese
gesto de haber ayudado que ha causado un problema, vivido en un ambiente sano
de cariño, se convierta en un paso en ese camino sencillo de acogernos
mutuamente en los pequeños errores que todos cometemos, y que se sobrellevan
mejor desde la humildad y el perdón mutuo.