Saber estar atentos con la
gente
P. Fernando Pascual
22-9-2024
Al final de la misa de la
tarde, una señora pidió al sacerdote si podía hablar con una amiga que acababa
de perder un hijo.
El sacerdote fue donde estaba
esa señora y empezaron a hablar. Una persona de las que trabajaba en la
parroquia se acercó y les dijo con un poco de impaciencia: “Perdonen, les pido
que salgan. Hemos que cerrar la iglesia. Nosotros también tenemos que atender a
nuestras familias”.
La escena, en su sencillez,
muestra un peligro: tratar a las personas desde la propia situación sin darse
cuenta de lo que pueda haber en el corazón de otros.
Es obvio que la persona que
interrumpió la conversación entre el sacerdote y la madre que había perdido a
su hijo no tuviese una idea clara del argumento que estaban tratando, ni del
dolor de aquella mujer.
Pero en ocasiones, sin conocer
lo que ocurre en cada uno, uno puede decir lo mismo pero de una manera
diferente, realmente empática, con delicadeza y tacto.
Necesitamos aprender el arte
de estar atentos con la gente. Sin inmiscuirse en la vida de nadie, basta con
menos prisas, con algo de educación y, sobre todo, con una actitud de verdadero
amor cristiano, para que sepamos tratar a cada uno de una manera amable.
No resulta fácil aprender ese
arte, sobre todo porque tenemos prisas, porque nos amenaza el miedo de que el
otro invada nuestros espacios y cambie nuestros planes.
A pesar de tratarse de algo
difícil, el arte de estar atentos, de ser cariñosos, hará más fácil controlar
los propios impulsos de impaciencia o de indiferencia, para dejarnos tocar por
el otro en su misterio y en su necesidad de acogida.
El mundo está lleno de
conflictos. Con menos gente aferrada a sus planes y con más gente educada y
tranquila, afrontaremos situaciones quizá algo incómodas con la elegancia que
nace del respeto y, sobre todo, con la certeza de que todos somos amados por un
Dios que es Padre bueno y misericordioso.