La respuesta a una carta de
amenaza: Constantinopla 1453
P. Fernando Pascual
22-9-2024
El tirano piensa que su
voluntad es ley, y que los demás deben someterse a sus caprichos. Para ello se
recurre a todo, también a la violencia gratuita.
Eso queda reflejado en un
texto que el sultán Mehmed II (o Mahomet II) envío al
último emperador de Constantinopla, Constantino XI, antes de asaltar la ciudad,
el año 1453.
Según algunos documentos,
estas fueron las palabras de amenaza que dirigió el sultán turco al emperador
cristiano:
“Todo está listo para el
ataque y voy a ejecutar lo que hace mucho tiempo resolví. La muerte está en
manos de Dios. ¿Qué queréis hacer? ¿Queréis salir de la ciudad con los grandes
de vuestro Estado y sus bienes y que el pueblo no sea maltratado y que vuestras
gentes y las mías no reciban mal alguno? Si queréis defenderos hasta el fin,
perderéis la vida y los bienes y el pueblo será conducido cautivo y dispersado
por toda la tierra”.
El emperador cristiano estaba
en una situación desesperada. ¿Cómo actuar ante una misiva tan amenazadora, que
estaba “firmada” con la presencia de miles de soldados que asediaban la famosa
ciudad de Constantinopla?
Constantino XI pidió el
consejo de quienes le ayudaban en el gobierno. Después, determinó enviar una
respuesta que todavía impresiona en nuestros días:
“Si queréis vivir en paz con
nosotros como vuestros antepasados lo hicieron con los nuestros, daremos a Dios
muy humildemente las gracias. Vuestros antepasados honraron a los nuestros como
a sus padres. Miraron a Constantinopla como a su patria y en ella encontraron
asilo seguro en sus desgracias. Ninguno de los que osó atacarla gozó de larga
vida. Poseed pacíficamente las tierras y plazas que nos habéis usurpado contra
toda justicia. Imponednos un tributo tan pesado como os plazca y retiraos en
paz. ¿Qué sabéis si en el momento en que pretendéis tomar la ciudad no vais a
ser hechos prisioneros? La entrega de la ciudad no depende de nos ni de sus
habitantes. Nuestra común resolución es no ahorrar nuestras vidas para nuestra
defensa”.
Sabemos lo que pasó a la gran
ciudad: después del largo asedio, fue conquistada por las tropas dirigidas por
los turcos. La amenaza triunfó sobre la justicia.
Pero las armas no son la
última palabra de la historia. Al final de los tiempos, veremos quién logró la
verdadera victoria: si el sultán que cantó victoria, o el emperador que, a
pesar de la derrota, se puso en manos del Dios de la misericordia...
(Los textos aquí recogidos
proceden de una traducción española basada en la siguiente obra: Constantin Ducas, Histoire
des empereurs Jean, Manuel, Jean et Constantin Paléologue. Histoire de Constantinople,
Tomo X).