El tesoro del tiempo
P. Fernando Pascual
28-9-2024
El tiempo es un tesoro que
corre continuamente: si lo empleamos mal, no hay manera de recuperar lo
perdido. Si lo empleamos bien, nos lleva a resultados provechosos.
Un anciano de los primeros siglos
enseñaba lo siguiente: “Aquél que pierde oro o plata podrá encontrarla, pero
aquél que pierde el tiempo no lo encontrará jamás”.
Existe el peligro de pensar
que no perdemos tanto tiempo, que luego encontraremos algún modo para conseguir
que las tareas encajen en el tiempo que nos queda.
Pero si somos honestos,
tenemos que reconocer cómo el inicio de una pequeña pérdida de tiempo, por
ejemplo viendo vídeos en Internet, se alarga y se alarga hasta el punto de no
dejarnos tiempo para asuntos de la familia o del trabajo.
Por eso necesitamos tomar
conciencia de esa famosa frase que viene del poeta Virgilio: “tempus fugit” (el tiempo se
escapa, huye).
San Pablo invitaba a un uso
bueno de ese tiempo que Dios nos concede: “Portaos prudentemente con los de
fuera, aprovechando bien el tiempo presente” (Col 4,5).
Cada momento que tenemos ante
nosotros es un tesoro. Podemos usarlo de modo erróneo, en futilidades, incluso
en pecados. Podemos invertirlo en lo único que vale la pena: amar a Dios y a
los hermanos.
Cuando me levanto y organizo
mentalmente mi jornada, la pregunta más importante es: ¿en qué voy a emplear mi
tiempo este día?
Esa pregunta se concretiza en
las pequeñas bifurcaciones que aparecen ante mi corazón: contestar mensajes de
trabajo o hacer un crucigrama, llamar a un familiar necesitado o leer una
novela, ayudar a limpiar la cocina o ver una serie televisiva.
La manilla del reloj no se
detiene. El tiempo corre, y cada uno puede darle un significado diferente.
Pido a Dios que me ayude a
descubrir y amar el bien que está en mis manos, a tener voluntad para llevarlo
a cabo, y a agradecerle ese inmenso don del tiempo con el que puedo invertir mi
vida en lo que vale para este mundo y para la eternidad.