Un principio para aplicar
principios
P. Fernando Pascual
26-10-2024
Continuamente pensamos y
aplicamos criterios y principios a la hora de tomar decisiones.
Así, un principio casi
universal nos invita a no hacer a otros lo que no queremos que hagan con
nosotros.
Otro principio nos recuerda
que el fin no justifica los medios.
Otro principio defiende la
importancia de respetar los pactos y de ser honestos a la hora de implementar
lo acordado.
La lista de principios es
enorme. Se habla del principio del mal menor, del doble efecto, de la
confrontación entre costos y beneficios, etc.
Además, existen principios
para diferentes ámbitos: para la medicina (recogidos en parte por la
deontología médica), para la jurisprudencia, para la política, incluso para la
vida familiar.
Los principios valen si está
bien formulados y, sobre todo, si son correctos. El principio (que algunos
aplican astutamente) de que hay que aprovechar las ocasiones a cualquier precio
resulta claramente inmoral y dañino.
A la hora de aplicar los
principios a cada situación concreta, conviene tener presente una especie de “principio
de los principios”, que nos invita a usar los principios con la mirada puesta
en un único objetivo: hacer el bien.
Este principio de los
principios nos recuerda que los principios no son simplemente fórmulas mentales
para resolver situaciones difíciles o para lograr decisiones que nos dejen
tranquilos.
Nos recuerda que si un
principio se aplica a un caso es para ayudarnos a encontrar el bien que vale la
pena buscar en esta situación, con estas personas, en este contexto social.
Este principio de los
principios nos aparta de un legalismo rígido, que aplica leyes y máximas sin
tener en cuenta el objetivo de toda decisión humana orientada al bien.
Al contrario, nos recuerda que
los principios valen en tanto en cuanto sirven para guiarnos a identificar el
bien que ahora podemos llevar a cabo.
Ello no significa incurrir en
posturas relativistas, que ponen entre paréntesis principios fundamentales para
fijarnos solo en intereses subjetivos y en circunstancias variables.
Más bien, se trata de
reconocer que los principios son solo ayudas a esa dimensión constitutiva de la
conciencia ética de cada persona: la que nos orienta a la búsqueda del bien
concreto en la situación que ahora estamos viviendo.