Atardecer

Autor:  Diácono Lorenzo Brizzio

 

 

La tarde estival traía en el aire el suave aroma de las flores silvestres…
Bajo la sombra de un añejo roble escuchaba la melodía de los pájaros…

Mi perro “Dorado” por el color de su raza, un labrador, sacudió su modorra,

se levanto y oteo el horizonte se estiraron sus patas y se tenso su cuerpo.

Me incorpore, observe en la dirección que indicaba mi perro, 
pero solo pude ver las nubes que se levantaban del poniente…

acuse a “Dorado” de falso testimonio, me deje caer sobre la manta y quede allí.
Un halcón planeaba en lo alto y el cielo azul destacaba su figura elegante.

El sol comenzó su último derrotero hacía su ocaso y yo, vivo con cada ocaso la nostalgia…
y presiente mi corazón el latido de aquel que tiene en su pecho el ser amado.
Mas de treinta días hace que se marchara, y me parecen treinta años de su ausencia,
estamos en el tiempo de su regreso, pero cada anochecer me trae el vació al alma mía.

“Dorado” de pronto salta, posa su mirada en la distancia, y sin más, parte a campo traviesa…
Ahora si, allí en distancia perciben mis ojos una nube de tierra, seguro es el “landó” de Paco…
Allí viene, de seguro ella, mi amada esposa después de tan larga ausencia,
vuelvo mis pasos y corro a la casa, observo, todo está en orden, retiro algunas prendas sueltas...
y me dirijo a la habitación, aún se percibe tenuemente el olor de la pintura nueva,
repaso con la vista todo, me acerco hasta la cuna descorro las sabanitas que la recibirán.

El sonido de los cascos sobre el terreno pedregoso ya está cerca salgo al porche…
Allí viene le carruaje con “dorado” saltando a su alrededor, ya se detiene bajo el roble.
El sol como una bola de fuego comienza su despedida en busca de la luna traviesa para darle su luz,
y mi corazón late con fuerza, la sangre fluye con fuerza por las venas y percibo mis sienes su fuerza,
corro hasta el landó y veo sus ojos cuajados de lágrimas, extiende sus brazos y la recibo a “ella”.

Ya en la casa la cuna recibe al fruto de nuestro amor, nuestra hija…
Mi amor se preocupa de la atención de Paco y todo mi ser se embriaga de la felicidad del momento…
El atardecer comienza a mostrar las primeras sombras y un cielo azul añil trae paz y serenidad,
a diferencia de los otros atardeceres, este es para mi el más importante, es que este atardecer…
Trajo a casa a mi esposa y a mi hija, aquí en la hacienda, todo es alegría, gozo, esperanza y amor.

                                                                                                lorenzo  29/08/2007