Simplemente: A ti Papa

Autor:  Diácono Lorenzo Brizzio

 

 

Fue un día en que llevaba yo, mi cruz de angustias y penas, que transmitían mi rostro.
Cuando apareció ante mí, un extraño personaje; anciano él, con una vestimenta raída
por el tiempo, pero toda limpia y su presencia derramaba su dignidad de hombre de bien,
su límpida mirada, su dulce y suave voz, todo él, era para mí un imán, al quedármelo
mirando, me hablo.
-Que te sucede. –me dijo- tu rostro tenso y triste, me habla del dolor de tu corazón herido.
El dolor de mi pecho rebasa él limite de mi capacidad, y las lágrimas de mis ojos mojaron
la greda del viejo parque, con congoja conteste.
-Es que mis hijos, clavaron en mi pecho la daga del dolor, al decirme que no fui buen padre para ellos.
-Mira hijo. –la bondadosa voz de aquel anciano, aplaca mi angustia, él continuo- Ningún
hijo valorará a su padre en plenitud, hasta no tenerlo mas, aun aquellos que bien los quieren, el día de su partida, recién reconocen su total paternidad. Pero aquellos a quienes los padres tratan de encausar en la difícil buena senda de una vida digna, recibirán de ellos, la reprobación, el enojo, la disconformidad, y lo más triste para un padre, el rechazo de su hijo por solo tratar de ser Padre.
-Los hijos no comprenden. –continuo—que cuando ven un árbol de tallo recto, de frondosa y sana copa, con buenos frutos; ese árbol para ser así, debió soportar desde que fue retoño, tener un testigo que lo protegiera de los avatares del tiempo, que podría torcer su tallo. Que la fuerte y segura mano de su tutor, corrigiera las malformaciones de sus ramajes, para lograr una buena copa. No saben que alguien debió dedicar muchas horas de su viada para protegerlo, de todos los agentes malignos que pudieran dañar sus frutos, y que todo ello fue llevado a cabo con mucho amor, a pesar de la crudeza que puedan reflejar los hechos.

Después de un silencio respetuoso por parte el anciano, como para que yo pudiera meditar lo que me había dicho, continuo:
-Por ello. –su voz suave llega a mí- aleja de tu corazón esa angustia, si por tus hijos, tu,
hiciste algo de todo esto. Quizá ellos comprendan antes de tu partida, lo bueno que por ellos tu hiciste, y te den las gracias por ser ellos, árboles sanos y fuertes, no por méritos propios, sino por quienes cuidaron de ellos en su crecimiento, cuando muy a pesar tuyo un día debiste podar los vicios de la vida.

Se levanto mi “viejo amigo” y sonriéndole a la vida se alejo.
Mire el cielo que ya no era gris y el sol lo iluminaba todo, sonriendo recordaba cuando mi padre corregía mi rumbo, y en silencio, porque él esta en el cielo, las gracias le di.-

lorenzo 06/1992