Cafe

Autor:  Diácono Lorenzo Brizzio

 

 

La tarde moría entre los árboles que no impedían ver el ocaso…
el sol dejaba su andar envuelto en el fuego del atardecer…, allá en el horizonte.
Deje sobre la mesita el libro que leía y me arrellane en el sillón,
el aroma del reciente café que dejara ella sobre la mesa penetro gratamente en mis sentidos.

Bebí de la infusión con placer, cerré mis cansados ojos y me deje llevar por los pensamientos.
Ellos me llevaron donde quizás yo quería ir, a mi pasado, al reencuentro de mis días transcurridos,
que al igual que la música guardada en un disco siempre se puede revivir…
y suelo hacerlo a menudo, no por nostalgia, si no por el placer de dar gracias de lo vivido.

E igual que la música mis recuerdos me trajeron aquellos días en que era joven,
en que nos amamos con pasión, buscando no el placer, si la reciproca donación por amor.
Aquellos días en que la angustia y la tristeza estaban entre nosotros, y donde por el amor…
la luz volvía a nosotros trayendo la paz y con ella un beso, una caricia, el abrazo de dos amantes.

Percibo sus suaves pasos y como si de pronto la música terminara, mi mente vuelve a la realidad,
al abrir mis ojos ella me ofrece un nuevo pocillo de café, al acercarme el pocillo mira mis ojos…
me pregunta el por que de esas lágrimas en ellos, le inquietaba pensar que algo me sucedía,
y era verdad su presunción, pero no por algo triste porque mis lágrimas, eran de felicidad.

Me levante la abracé ciñendo su cintura y mis labios deseosos de los suyos, un beso le robaron.
Afuera ya los pájaros le daban su adiós al astro rey, y ya la noche comenzaba a tejer su oscura tela,
adentro, ella y yo, abrazados como ayer percibiendo nuestros cuerpos el fuego interminable de la pasión,
y el agradable aroma del café nos envolvía…, dejamos que nuestros labios bebieran el néctar del amor.

lorenzo 28/07/2007