ENCUENTRO DOMINICAL-V-LA PALABRA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Me creo en la obligación de hacer un paréntesis a lo que vengo escribiendo. Acaba
de publicarse un libro titulado Jesús de Nazaret. Su autor es Joseph Ratzinger,
actual Papa. El contenido, como advierte en la introducción, no es doctrina
pontificia, es el fruto del estudio y meditación de un gran teólogo que,
evidentemente, está en comunión con la Iglesia Universal. En la edición que tengo
entre manos el texto ocupa 335 páginas. Está dedicado a los últimos días de la vida
histórica del Señor y a su Resurrección. He empezado a leerlo, primero buscando
algún detalle que personalmente me interesaba y del que hablaré brevemente, y
después por orden, rotulador en mano, para señalar lo que no deseo olvidar. Vayan
dos detalles. Primero, que acepta que la Santa Cena no fue un “seder de Pesaj”,
sino una comida con una intencionalidad nueva, pan y vino presente, cordero
pascual, jaroset, hierbas amargas etc. ausentes y celebrada el martes. Se pueden
sacar muchas consecuencias, no me entretendré hoy. Segundo, que a mí me hace
mucha gracia, cita en tres ocasiones a Annie Jaubert, apoyando contenidos. Que un
teólogo latino de tomo y lomo, que para colmo sea Papa, apoye sus explicaciones
en los estudio de una mujer, resulta agradablemente sorprendente.
Cerrado el paréntesis, continúo con el tema del encuentro dominical, iniciado hace
unas semanas. Me había detenido en la “Exhortación apostólica Verbum Domini”.
En el numero 53, dice textualmente: “Ciertamente la “liturgia de la Palabra es un
elemento decisivo en la celebración de cada sacramento de la Iglesia”; sin embargo
en la práctica pastoral, los fieles no siempre son conscientes de esta unión, ni
captan la unidad entre el gesto y la palabra. El texto habla de los fieles, pero
lamento constatar que igual actitud se observa con frecuencia, entre los presbíteros
que presiden la asamblea. Más de una vez he escuchado preguntar públicamente:
¿Quién quiere ser lector? O, peor aún, ofrecer este ministerio a perso nas de pública
irregularidad en el seno de la Iglesia. Es aberrante que se escoja para este
menester sagrado a alguien casado, descasado y reajuntado (es simple ejemplo,
podría haber puesto otro campo de inmoralidad). Si se denuncia, y con razón, los
casos de sacerdotes que viven en notoria deshonestidad, no se debe encomendar
con ligereza, y sin necesidad, esta labor, a alguien que la asamblea extrañará
proclame enseñanzas que para nada testimonie en su vida. Antiguamente se
confería por parte del obispo el ministerio de lector. Era una de las llamadas
órdenes menores. Yo fui uno de los que recibí este sacramental. Hoy no es
necesario y por ello se da la oportunidad de que lo ejerza una mujer. Los que
somos viejos recordamos que, no hace muchos años, ni siquiera le era permitido a
una fémina subir los peldaños del presbiterio durante la celebración (excepción era
la celebración de la primera misa de un presbítero, en la que le estaba permitido
que, en algún momento).
En el número 55 se lee: la Iglesia honra con la misma veneración, aunque no con el
mismo culto, la Palabra de Dios y el misterio eucarístico”. Y en el 56: Y cuando Él
dice: quien no come mi carne y bebe mi sangre, aunque estas palabras puedan
entenderse como referidas también al Misterio (Eucarístico), sin embargo el cuerpo
de Cristo y su sangre es realmente la palabra de la Escritura, es la enseñanza de
Dios.
Padre Pedrojosé Ynaraja