ENCUENTRO DOMINICAL VIII
Final de Etapa
Padre Pedrojosé Ynaraja
Durante esta semana, he ido pensando que si mi aportación consistía en ir
trascribiendo los párrafos que tenía subrayados de la última Exhortación Apostólica,
no acabaría nunca y los lectores con razón, podían decirme que ya eran capaces de
comprar un ejemplar y leérselo tranquilamente.
He ido comentando aspectos de la liturgia de la Palabra, Alimento espiritual real.
Añado a lo dicho una frase que me sorprendió y me encantó. En el número 24 se
dice “el Dios que habla nos ensea cmo podemos hablar con Él. Pensamos
espontáneamente en el libro de los salmos, donde se nos ofrecen las palabras con
que podemos dirigirnos a Él.” Me encuentro a veces con algún matrimonio que se
ha enriquecido con la bendición de un hijo. Para los profanos, léase célibes por
vocación, el momento del aprendizaje del lenguaje nos es desconocido, por eso
preguntamos ¿ya sabe hablar? Y contenta la madre nos responde: sabe decir papá
y mamá y se alegra de oír como así la llama. O le gusta al padre, que al entrar en
casa se le arrope estrechamente el niño y le diga: papá. Escuchar que el hijo se les
dirige con las palabras que ellos mismos le han enseñado, es gran satisfacción. En
cambio, al oír una palabrota, le dirán disgustados ¿Quién te ha enseñado a hablar
así?. Cuando un chiquillo grita y berrea, por muy libre y espontaneo que sea al
hacerlo, a sus padres no les hará gracia. Recuerdo que cuando hace un tiempo
visitaba a mi hermana en el hospital, rezábamos el rosario juntos. Pero un día le
recordé que cuando yo era muy niño, en aquellos tiempos de guerra civil, ella me
enseñó a rezar. Eran cortas jaculatorias, expresadas en lenguaje infantil. Sonrió y
le animó el repetirlas. Retrocedíamos a Zaragoza, muy cerca del Pilar, y escuchaba
ella ahora cómo yo me dirigía a Dios, con las frases que me enseñó. Habían pasado
más de 70 años para nosotros, en la eternidad todo es actual.
Cuando oramos a Dios con palabras de la Escritura, Él escucha complacido, pues
oye que le hablamos con palabras suyas. Quien quiere inventarse oraciones a su
manera, prescindiendo de la Revelación, no ha de extrañarse que se equivoque. Me
horroriza aquellos que quieren corregir al Señor e implícitamente le dicen que no
supo enseñar a rezar, que a los jóvenes de hoy les gusta otro lenguaje y pedir otras
cosas. Me he enfrentado con gente así, que en la misa cantaban, con la melodía
propia de una película cuyo argumento central es la historia de un adulterio, una
especie de Padrenuestro que hablaba de libertad y no sé que más… ¡qué
i9rresponsable imprudencia!
La Biblia es un mensaje universal, que se escribió para los hombres de todos los
tiempos y lugares. No se olvide que cada uno de nosotros no es un depósito
concentrado de la humanidad entera. A los primeros destinatarios les podía ayudar,
si se encontraban en el destierro babilónico, palabras que a nosotros nos chocan
(S137). El salmo miserere (51) nos puede gustar, pero no le sacaremos el jugo que
ayudó a Savonarola, cuando en la cárcel esperaba su ejecución. Cada uno de
nosotros tenemos nuestras preferencias, pero es preciso que leamos todos, para
saber cuales son los que nos servirán en nuestras situaciones personales.
No soy capaz de omitir, antes de terminar, estos párrafos de la Exhortación
Apostlica.” Nunca podemos leer solos la Escritura” (30). “Se pueden organizar
fiestas, pero no la alegría, la alegría es fruto del Espíritu Santo” (123)
Padre Pedrojosé Ynaraja