¿Tenemos derecho a quejarnos?
Después de Cuaresma
Pbro. José Martínez Colín
1)
Para pensar
Hay unas estadísticas que, con la reserva que éstas suponen, nos
pueden ayudar a valorar los grandes bienes que tenemos, pues
muchas veces solemos fijarnos en nuestras carencias:
Si tienes una comida en el refrigerador, ropa para cubrirte, un
techo que te proteja y una cama donde dormir, eres más rico que el
75% de la humanidad.
Si tienes dinero en el banco y en la billetera y aún te sobran unas
monedas, estás entre el 8% más rico en el mundo.
Si te despertaste ésta mañana con más salud que enfermedad,
eres más afortunado que el millón de personas que sobrevivirá ésta
semana.
Si nunca has experimentado el peligro de la guerra, la soledad de
la prisión, la agonía de la tortura o los dolores del hambre, estás
mejor que 500 millones de seres humanos.
Si en los últimos días pudiste ir a la iglesia sin miedo de ser
hostigado, arrestado, torturado o asesinado, eres más afortunado
que mil millones de habitantes de la tierra.
Si tus padres viven y aún están casados, eres un ser raro en el
mundo.
Si puedes levantar la cabeza y sonreír, eres bendito porque la
mayoría, aunque podría, no lo hace.
Si puedes leer este mensaje deberías ser feliz, pues no eres uno
de los 2 mil millones de personas que no saben leer.
2) Para pensar
Pensando un poco, nos daremos cuenta de lo afortunados que
somos y ser agradecidos. Si sólo observando los bienes naturales
deberíamos llenarnos de agradecimiento, cuanto más si pasamos a
un plano sobrenatural.
Después de Cuaresma, hemos de meditar sobre la obra de la
salvación realizada por el Señor en la Cruz a favor nuestro, y ser
cada vez más conscientes del gran bien que hemos recibido. Por la
Redención, Cristo renueva nuestra vida y nos introduce en la
intimidad de Dios experimentando su amor por nosotros.
Contemplando a Cristo, nos damos cuenta de que todo ha sido por
amorosa iniciativa divina. Cabría preguntarse, ¿quién ha podido
merecer un privilegio semejante? Nadie es merecedor de tal don. Lo
hemos recibido gratis.
3) Para vivir
El Papa Juan Pablo II, hace años, recordaba las palabras de
Jesús: “Gratis lo recibisteis; dadlo gratis” (Mt 10, 8). Y nos invitaba
a que así como hemos recibido gratis tan gran don, procuremos, por
nuestra parte, dar gratis a los demás los bienes recibidos. El
contemplar el gran amor de Jesús por nosotros desde la Cruz, nos
ha de empujar a darnos también por los demás.
Y el primer don que hemos de dar es el de una vida santa,
que dé testimonio del amor gratuito de Dios. Pero, para que nuestro
amor a Dios y a los demás sea gratis, ha de ser desinteresado.
Muchas veces, al prestar un favor o ayudar a alguien, se nos puede
meter el egoísmo y esperar que nos regresen el favor o que, por lo
menos, se nos reconozca el bien que hicimos. Pero hemos de
aprender a dar absolutamente gratis. Y ese amor de Dios, hemos de
saber compartirlo, hemos de saber darlo. Ojalá estos días de
pascua, con la ayuda de Dios, aprendamos, de Él, a dar y a darnos
de una manera gratis.
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