PLURALISMO EN LA IGLESIA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Como en alguna otra ocasión, interrumpo mis comentarios a la celebración de la misa, para fijarme
en una cuestión que siempre me ha preocupado. La acostumbro a plantear así: más alarmante que
la división de los cristianos, es la desunión de los católicos.
Cualquier iniciativa que tenga el más mínimo éxito, exige de inmediato el análisis crítico, con su
correspondiente enumeración de posibles errores, por parte de cualquiera que tenga posibilidad de
lucirse haciéndolo. En la porción geográfica que me muevo, nacen o viven, con más o menos éxito,
asociaciones o movimientos. Viaja uno y se entera de que allí, quien se mueve inquieta y generosa,
tiene otra “marca de fábrica”. Me gusta preguntar, enterarme y admirar como otros obran, de
diferente manera a como lo hago o lo haría yo, pero fieles a la misma Fe.
Lamentablemente, cuando uno abre páginas, de papel o virtuales, y conoce iniciativas que surgen
de buena fe, de inmediato lee críticas condenatorias de gente que milita en sistemas que no
correspondan exactamente, a lo que ellos piensan.
En primer lugar, opino que se sobredimensiona el valor de la autoridad. Cuando uno lee a San
Pablo, de inmediato se da cuenta de que para él, hay preocupaciones preferentes a las de
gobierno. Cito dos textos. “Y así los puso Dios en la Iglesia, primeramente como apstoles; en
segundo lugar como profetas; en tercer lugar como maestros; luego, los milagros; luego, el don de
las curaciones, de asistencia, de gobierno, diversidad de lenguas” (1Cor 12,26). “El mismo dio a
unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros, para
el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones del ministerio (Ef 4,11). Claro que, a
diferencia de Pedro, el Apóstol de los gentiles, nunca tuvo una diócesis propia donde mangonear.
Tengo la impresión de que si viviera hoy en día, se sentiría mejor navegando por Internet, que
nombrando Vicarios episcopales, párrocos y “otras hierbas”. He conocido a obispos ejemplares, se
lo agradezco mucho a Dios y me he enterado de otros que no lo han sido tanto. Las andanzas del
obispo de Brujas, que, según cuentan, no fueron, hace años, ejemplares, no me inquietan. Soy de
los que piensan, que la urgencia de hoy, en esta cultura que llamamos occidental y que es
decadente, es la evangelización. Agradezco mucho a Dios que ahora que vivo jubiladísimo y
marginado, me facilite ejercer este carisma.
Volviendo al principio. Jesús dijo: “En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo
habría dicho; porque voy a prepararos un lugar” (Jn 14,2). Pero algunos que más que mansiones a
la medida e idiosincrasia de cada uno, les gustaría que la casa del Padre fuera monótona y
repetida, como una colmena. El Jardín del Reino, aquí en la tierra, no es uniforme cual un parterre
inglés. Es rico en flores, los mártires, distintos en su vida y en su testimonio. Los evangelizadores
también son desiguales, piénsese y compárese a Chiara Lubich con Helder Cámara. Los
misioneros, amén de evangelizadores, que en el campo de la sanidad, de la enseñanza, de la
asistencia social, de la estimulación agrícola o de la captación de agua, cada uno a su manera,
enriquecen a la Iglesia. Y se reúnen en asambleas o en Jornadas Mundiales de la Juventud,
consiguiendo mejorar nuestra actualidad.
Imagino que los que continúan estatutos antiguos y los que intuyen nuevas maneras de propagar el
Evangelio, son fieles a la recomendacin del Seor: “Sed, pues, astutos como las serpientes, y
sencillos como las palomas” (Mt 10,16).
Padre Pedrojosé Ynaraja