ORACIÓN Y OFERTORIO
Padre Pedrojosé Ynaraja
Ninguno de los dos aspectos es esencial, pero sí importante y pedagógico.
La homilía está pegada a la proclamación de la Palabra de Dios. Las de estilo
telegráfico, en principio pueden gustar, a la larga carecen de utilidad
evangelizadora. El alimento del alma debe ser más sólido y reposado que un fugaz
bocadillo. Los textos de la comunidad cristiana primitiva, la que de un puñadito de
miembros fue capaz de crecer y llegar hasta nosotros, no son precisamente
mensajes SMS.
El credo es la firma, la ratificación personal del sentido de la presencia. Le sigue la
Oración de los Fieles. La fórmula emblemática la ostenta la que está incluida en la
Acción Litúrgica del Viernes Santo, pero no es preciso repetirla. Es más, en la
posibilidad de participación individual y libre, reside uno de sus encantos. Recuerdo
que en un campamento scout, allá por los años 60, les decía: somos una unidad
católica y debemos demostrarlo, cada mañana celebraremos la misa, ahora bien,
algunos de vosotros: intendentes o que os toca desplazaros al pueblo a comprar,
tal vez no dispongáis de suficiente tiempo. Podéis permanecer la primera parte,
encomendarnos vuestras suplicas y deseos y marchar a cumplir con el deber (otra
cosa era el domingo). Con sinceridad y espontaneidad, nos comunicaban sus
deseos y se iban después. Añádase a lo dicho, que no siempre la Fe individual llega
al nivel eucarístico, pero sí a la lectura instructiva y la invocación, gimnasia
espiritual llamaba una chica que vino a Taizé y quedó encantada de las oraciones.
Hacia el año 1953, nos llegaban noticias de las inquietudes religiosas de estudiantes
franceses, agrupados en la parroquia universitaria, situada en el barrio latino de
París. Editaban ellos una revista y, en una página, vi un día una foto del ofertorio.
Era de un gran cesto, donde se acumulaban botes de conserva, cirios, vino de
celebrar, café soluble y no sé qué más. Se me quedó grabada la imagen y, llegado
el momento de mi ordenación sacerdotal, y de celebrar la Primera Misa solemne, en
aquellos tiempos de gran pompa, que iba acompañada de más regalos que los que
se hacían a una novia, amén de asiento reservado para tal evento, no quise seguir
tal costumbre. Todos estaban invitados y enterados del significado de la fiesta.
Chicos y chicas del mundo excursionista, de la JOC y del escultismo, ofrecieron:
pan, embutidos, mantequilla, una paloma, chocolate etc. Tuve la satisfacción de
comerlo emocionado con la familia y de que una parte fuera para los pobres.
Un tal ofertorio ha sido sustituido por la entrega de una limosna, el llamado
estipendio, que desdibuja, aunque facilite, el gesto. Sé que no es novedad lo que
estoy explicando, pero quiero señalar dos errores en que con facilidad se cae. No es
pedagógico que se diga: ahora los niños le ofrecerán estas piedras o estos dibujos
que han hecho(a veces burdos garabatos). Si el chico va ofrecer una cosa, debe ser
consciente de que tiene valor o belleza y alguna utilidad para la celebración. El
segundo error, se da entre gente adulta y quiere ser adorno de grandes
solemnidades. Por parte de los organizadores se escoge algo suntuoso y después
se encarga a alguien que lo acerque al altar. A lo mejor, ni saben lo que llevan, ni
han tenido arte ni parte en la elección. Pero, ¡queda bien! ¡pura comedia!
Padre Pedrojosé Ynaraja