Domingo IV de Pascua del ciclo A. Domingo del Buen Pastor.
¿Por qué somos los cristianos seguidores de Jesús?
1. Según los autores de la Biblia, -el libro en cuyas páginas vislumbramos las
razones que tenemos para creer en nuestro Señor-, Dios creó a los hombres para
que los tales fueran felices viviendo en su presencia, aunque no les privó de la
libertad necesaria para que pudieran manifestarle abiertamente su rechazo. Aunque
en nuestro tiempo, el hecho de no poder demostrar la existencia de Dios
científicamente, hace que muchos crean que la fe cristiana no es más que la
búsqueda de consuelo de quienes sufren por cualquier motivo o sienten miedo ante
la muerte, la vida de los creyentes conocedores de Dios y practicantes de su fe, se
caracteriza por un positivismo especial. A lo largo de los años que he tenido la
oportunidad de predicar la Palabra de Dios por medio de Internet, me he
encontrado con lectores no creyentes ocasionales que son psicólogos, los cuales me
han dicho que quienes creemos en Dios, -independientemente de que seamos
cristianos o nos adhiramos a otras creencias religiosas-, nos caracterizamos por
tener una buena dosis de aguante para soportar la adversidad.
Jesús es nuestro Buen Pastor. En el lenguaje bíblico, un pastor de almas, no es
un predicador que les habla a sus oyentes y después de pronunciar sus discursos se
olvida de los tales, sino un mensajero de Dios, entregado plenamente a la
transmisión del conocimiento del Dios Uno y Trino, que se esfuerza para convertir a
sus oyentes y/o lectores al Evangelio. Dado que en la Biblia podemos constatar que
Dios es nuestro Pastor de almas, todos sus siervos, -independientemente de que
seamos religiosos o laicos, o de si predicamos o realizamos otra labor en la Iglesia-,
hemos sido llamados por nuestro Creador a imitar sus dones y virtudes, los cuales
nos son concedidos por el Espíritu Santo, en conformidad con la apertura de mente
con que nos entregamos al servicio de la Suprema Divinidad.
Los cristianos nos declaramos seguidores de Jesús, porque el Unigénito de Dios
nos ha demostrado, -por medio de sus vivencias y su predicación-, que todos los
sucesos de nuestra vida, tienen un significado, que nos es útil tener en cuenta, a la
hora de constatar nuestro crecimiento espiritual. Una de las razones que tenemos
para creer en Jesús, es el optimismo que se desprende de las enseñanzas bíblicas.
En el volumen bíblico del Génesis, podemos leer la dramática historia de José, un
hijo del Patriarca hebreo Jacob, el cual fue vendido por sus hermanos como si fuese
un esclavo a unos mercaderes egipcios, porque le tenían envidia.
Muchas veces nos quejamos porque no tenemos trabajo, y, en el caso de tenerlo,
no estamos muy contentos, ni con la actividad que realizamos, ni con nuestros
compañeros y/o nuestros superiores. De igual manera, no cesamos de quejarnos
porque tenemos una salud débil, porque tenemos familiares con quienes no nos
relacionamos satisfactoriamente, y por otras muchas causas. A la hora de pensar
en la adversidad que atañe a nuestra vida, con tal de evitar pensar que nuestros
problemas son los más difíciles de soportar, podemos meternos en la piel de José,
quien, impensablemente, dejó de ser un hombre libre privado de relacionarse con
su padre, por causa de la envidia que sus hermanos sentían hacia él.
¿Qué hizo José al considerar su pérdida de libertad? ¿Se dedicó el citado hijo de
Jacob a deprimirse y a perder el tiempo consumiéndose en la consideración del
rencor que podía sentir con respecto a sus hermanos? El autor del Génesis no nos
demuestra que José odiaba a sus hermanos, sino todo lo contrario. A veces
podemos tener la tentación de perder mucho tiempo odiando a quienes nos hacen
mal, lo cual no es productivo no solo porque los tales desconocen nuestros
pensamientos hacia ellos y no debemos odiar a nadie, sino porque esos
pensamientos acaban haciéndonos daño.
Una vez hubo llegado a Egipto, José fue vendido a un eunuco llamado Putifar, el
cual era jefe de la guardia del Faraón. Dado que José no escatimó ningún esfuerzo
a la hora de servir a su señor, Dios lo favoreció, en atención a la docilidad con que
aceptó su nuevo estado de vida. A todos nos es fácil mantener relaciones
satisfactorias y alegrarnos cuando decimos que nos sonríe la suerte, pero no nos es
tan fácil aceptar las situaciones que consideramos adversas, las cuales son
estupendas oportunidades que Dios nos da para que crezcamos espiritualmente.
Aunque José gozaba de muy buena estima por parte de su señor, -el cual lo puso
al frente de la administración de todos sus bienes-, el hijo de Jacob, no tardó
mucho tiempo en ser puesto a prueba. Aconteció que la mujer de Putifar quiso
mantener relaciones sexuales con su siervo, pero José se negó a ello, afirmando
que ella le pertenecía a su señor, a quien él le profesaba un gran respeto. Al vivir
aquella situación, José debió recordar cómo sus hermanos castigaron sin piedad a
los familiares del violador de Dina, cuando los tales se circuncidaron con la
esperanza de tener buenas relaciones con los familiares de Jacob, los cuales se
aprovecharon de la debilidad de los tales cuando fueron circuncidados, para
asesinarlos, haciendo una demostración de su crueldad.
Como José no quiso mantener relaciones sexuales con la mujer de su señor, ella
lo acusó ante su marido de haber querido abusar de ella, por lo que éste encerró a
José en la cárcel. Nuevamente, se le torcieron a José todos sus planes, y se vio en
la necesidad de trazar un nuevo plan vital, para no dejarse arrastrar por la visión
de una situación que parecía no poder superar fácilmente.
Por causa de su buen comportamiento, el alcaide le confió a José la realización de
la mayor parte de su trabajo. el trabajo de José en la cárcel no era fácil, pero, al
menos, no era considerado como un preso común.
Por causa de su facilidad para interpretar sueños, José pasó de ser un preso, a
convertirse en el hombre más importante de Egipto, después del Faraón. Gracias a
su nueva posición, José pudo salvar de la miseria a sus familiares, cuando los tales
vivieron los efectos de los años de sequía que afectaron la tierra en que vivían.
Cuando Jacob murió, los hermanos de José tuvieron miedo de ser víctimas de las
represalias con que éste podría haberse vengado de la acción con que se
desprendieron de él, pero, inesperadamente, oyeron las siguientes palabras de
quien les perdonó su maldad:
""No temáis, ¿estoy yo acaso en vez (en lugar de) Dios? Aunque vosotros
pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir, como hoy
ocurre, a un pueblo numeroso“" (GN. 50, 19-20).
Como dicen muchos jóvenes españoles, es "alucinante" la cantidad de mensajes
electrónicos que recibo semanalmente de muchos de mis lectores, preguntándome
por qué permite Dios que tengan problemas de diversa índole. A nivel teológico,
aún no hemos sido capaces de responder todas las preguntas relacionadas con la
existencia del mal y el sufrimiento, pero, a pesar de ello, no debemos olvidar que
todas nuestras circunstancias vitales, -especialmente las más difíciles de
sobrellevar-, tienen la misión de fortalecernos sicológicamente, a no ser que se dé
el caso de que nos neguemos a superar las mismas, empeñándonos en que nos es
imposible hacerlo.
El mensaje predicado por Jesús, es el Camino que nos conduce a la presencia de
Dios, la Verdad que nos hace libres, y la Vida que añoramos, la cual vivimos, en
conformidad con la superación de nuestras dificultades, y la esperanza de superar
aquellas situaciones que escapan a nuestras posibilidades o a la capacidad que
tenemos para alcanzar nuestro propósito, cuando Dios decida que ha llegado la
hora en que dejemos de sufrir.
2. Hermanos, amigos, Jesús es el Buen Pastor que lo dio todo por sus ovejas (JN.
10, 14-15) Jesús es el mayor de todos los profetas de todos los tiempos. Algunos
de nosotros nos atrevemos a predicar el Evangelio durante algún tiempo, y otros
más atrevidos están un tiempo dedicándose a misionar entre los más
desfavorecidos, pero nuestro Jesús se consagró a Dios y nos concedió su vida. Las
mujeres que sois madres comprendéis mejor que nadie lo que estoy diciendo.
Vosotras os dedicáis a vuestros hijos, a vuestros maridos y a vuestro hogar
olvidándoos muchas veces de satisfacer vuestras necesidades, porque sabéis que
tenéis un deber santo. San Pedro, en la primera lectura correspondiente a la
Eucaristía que estamos celebrando, nos dice que Jesús es nuestro gran Maestro que
nos ayuda a aprender a entregarnos a la satisfacción de las carencias de nuestros
prójimos libremente, sin vivir bajo el peso de la amargura y la desgana. Nuestro
Buen Pastor se sacrificó por nosotros porque nos ama, así pues, aunque no nos
guste nuestro trabajo, y aunque tengamos dificultades familiares, vamos a
proponernos la meta de vivir cumpliendo la Ley de Dios como nos corresponde
hacerlo a los cristianos. Vamos a vivir con alegría y sin protestar cuando nos
sintamos mal por alguna causa para no invalidar el gran sacrificio de Jesús, pues el
Señor se dejó sacrificar para enseñarnos que podemos vencer todo tipo de
dificultades, siempre que tengamos voluntad para luchar con la intención de ser
felices.
3. Yo trabajo porque a cambio de ese esfuerzo que hago obtengo una
compensación económica que facilita mi existencia. Nadie es capaz de hacer algo
en favor de sus prójimos sin esperar nada a cambio de su buena acción. Sé que
algunos hermanos me preguntaréis: ¿Qué estás diciendo, José? Yo os digo que ni
siquiera Jesús el artífice de la donación personal murió sin esperar a cambio de ello
nada por nuestra parte, así pues, aunque Jesús perdió la fe en su agonía y la volvió
a recuperar impulsivamente antes de expirar, nuestro Señor se dejó crucificar para
demostrarnos que, si tenemos voluntad para vencer obstáculos, no existe ninguna
dificultad que nos impida llevar a cabo nuestro propósito de ser felices.
4. Los cristianos tenemos que ser pastores justos. Los religiosos tienen que
pastorear sus Diócesis, comunidades, movimientos o parroquias. Los hombres y
mujeres laicos tienen que vivir armónicamente su relación matrimonial si están
casados y se ven en la necesidad de educar a sus hijos lo mejor que ellos se dejen
formar. Los jóvenes tienen que ser solidarios y deben esforzarse por llegar a ser
hombres y mujeres íntegros, personas capacitadas para construir un futuro
caracterizado por la armonía que es la consecuencia de la unión de la paz, el amor
y la concordia. Actuando de esa forma todos imitamos a Jesús, el Buen Pastor que
se dejó asesinar por nosotros.
5. Jesús nos dice en el Evangelio que estamos meditando que existen entre
nosotros dos clases de pastores, unos aman su trabajo y otros hacen su labor muy
mal, porque sólo desean ser recompensados. Es cierto que nadie hace el bien a
cambio de no recibir recompensa alguna, pero de igual forma que hay sacerdotes
que por su visión negativa de los acontecimientos de su vida no saben amar a sus
prójimos, algunos laicos trabajan en los templos con la intención de que la gente
los tenga por santos. A esas personas no les importan Jesús ni el Evangelio, dado
que sólo piensan en ser alabados (MT. 23, 1-12) Fiaos de los buenos pastores que
no trabajan para ser compensados como les gusta ser alabados a los fariseos.
Contamos con la presencia de hermanos de los cuales algunos nombres se han
hecho públicos que trabajan unos para evangelizar y otros también ayudan a los
más desfavorecidos a superar circunstancias adversas. También contamos con
excelentes animadores de grupos de Liturgia y oración que trabajan gastando
tiempo y dinero para que Cristo sea conocido en el medio rural y en los lugares
donde los ancianos y enfermos son olvidados. ¡Fiaos de los buenos pastores que
actúan con el amor que trabaja nuestro Hermano y Señor Jesús!
6. Jesús nos dice que las ovejas conocen a su pastor por su voz y lo siguen
porque saben que las cuida amorosamente. Las ovejas, a pesar de su terquedad,
saben cómo las puede tratar su amo en cada momento.
¿Por qué conocemos a Jesús?
¿Qué palabras -o qué gestos- nos ayudan a acercarnos más y mejor a nuestro
Hermano y Señor?
7. Cristo, además de ser el Buen Pastor de nuestras almas, es la puerta a través
de la cual, quienes confiamos en El, hemos entrado en la Iglesia, que es el Reinado
de Dios. Es cierto que los cristianos no somos perfectos, pero ello no le quita nada a
la inminente realidad de que nuestra Iglesia es el Reino de Dios.
8. Jesús ha venido al mundo para que tengamos vida, no una vida temporal cuyo
fin es inminente, sino una existencia sobrenatural que se prolongará más allá de
esta vida, de la que jamás conoceremos el fin. No somos criaturas eternas porque
tenemos un principio, pero gracias a Dios estamos llamados a vencer la muerte, el
pecado y el sufrimiento.
9. En el versículo 16 del capítulo 10 de su Evangelio, San Juan nos habla de parte
del rebaño de Jesús que aún no ha conocido la Palabra de Dios, ora porque no ha
tenido la oportunidad de hacerlo, ora porque la ha rechazado debido a su forma de
aceptar la adversidad. Esas palabras de Jesús son muy importantes para nosotros,
porque constituyen la prueba de que el Evangelio que el Señor predicó en su
tiempo no sólo es apto para los judíos, sino para todos los no judíos que estaban -y
estamos- dispersos por el mundo.
10. El mensaje que nuestro Jesús predicó no sólo es una serie de relatos que los
Evangelistas nos transmitieron basándose en el testimonio de los Apóstoles, en la
tradición oral y en algunos pergaminos que algunos autores escribieron
brevemente, así pues, nuestro Jesús hizo de su Evangelio una serie de obras
prodigiosas y un sacrificio cuyo fruto fue una fuente sacramental inmensa, un jardín
lleno de flores cuajadas de frutos que nos instan a savorear la eternidad de la vida
sobrenatural junto a nuestro Padre y Dios.
Vamos a concluir estas consideraciones, pidiéndole a nuestro Padre y Dios, que
nos ayude a ser buenos pastores a imitación de nuestro querido Jesucristo en
nuestro hogar, en nuestro trabajo, entre nuestros amigos, en el hospital, en la
cárcel, en cualquier lugar y en la vivencia de las circunstancias que hayamos de
afrontar y confrontar en cada momento de nuestra vida.