El testimonio de un terrorista
Atender al necesitado
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Con ocasión de la reciente beatificación que llevo a cabo
Benedicto XVI, se han sabido diversos testimonios que confirman la
vida santa del nuevo beato Juan Pablo II, así como rasgos de su
personalidad hasta ahora desconocidos. Por ejemplo, el único
sobreviviente de los ocho compañeros que tuvo en el seminario en
Polonia, Monseñor Kazimierz Suder, recuerda que era un buen
compañero, “modesto en el hablar en cuanto que prefería escuchar,
daba su parecer sobre las cuestiones, pero no lo imponía, intentaba
comprender al otro, no mentía nunca”.
También recuerda que el joven Wojtyła prestaba apuntes y en
cada página de sus cuadernos ponía las iniciales de Jesús y María.
Ayudaba de buen grado a los amigos en el estudio, pero no en los
exámenes; a un compañero que le había pedido respuestas durante
una prueba, le dijo: “Concéntrate un momento, pide ayuda al
Espíritu Santo y después intenta dar solo tus respuestas”.
Otra característica que recuerda su compañero era “la
sensibilidad hacia el sufrimiento humano. Regalaba a los pobres
todo lo que recibía pero con mucha discreción, para no ostentar su
generosidad”.
2) Para pensar
Esa comprensión y deseo de ayudar lo muestra el testimonio
que declaró un terrorista llamado Carlos Turrin que estuvo preso en
Perú. Recuerda que estando en la cárcel se atrevió a escribirle al
Papa Juan Pablo II, sin esperanzas que le contestara, pues pensaba
que de las miles de cartas que recibiría, nunca se iba a fijar en la de
un preso. Pero no fue así.
Un día lo visitó el entonces Arzobispo de Lima, Cardenal
Augusto Vargas, para entregarle la respuesta del Papa Juan Pablo
II.
El Papa le agradecía "el delicado gesto de escribirle una atenta
carta", y pedía al Señor, por mediación de la Virgen Santísima, que
le fortalezca en la fe y le conceda continua paz y prosperidad
cristiana"; además le otorgaba a él y a sus seres queridos la
Bendición Apostólica.
Esa carta significó mucho para el preso. Al querer ser buen
cristiano comenzó a tener muchas dificultades, pues quienes
controlaban el pabellón en la cárcel era Sendero Luminoso, el grupo
a quienes había pertenecido. Recibió amenazas de muerte,
amenazas psicológicas, golpizas físicas, maltratos. Pero él mismo
afirmaba: “era el costo de nuestra conversión y lo asumíamos".
Muchos se fueron uniendo al apostolado de Turrin. Un preso
evangelizaba a otro preso, porque era casi imposible que ingresaran
sacerdotes. "Se llegó a fundar 12 comunidades cristianas, una en
cada pabellón. Muchos internos cada año se consagraban a la
Virgen María. "Leíamos las obras de Juan Pablo II, y siempre
decíamos que era ya un santo".
Actualmente, Carlos Turrin, ya libre, continúa la labor
evangelizadora en tres centros penitenciarios de la capital peruana.
3) Para vivir
El beato Juan Pablo II tenía una gran sensibilidad para atender
a los demás. Fue gracias al gran amor a Dios que tenía.
Recuerda Monseñor Suder, que “sobre todo tenía el don de
saber rezar”. Rezaba casi siempre de rodillas, con el rosario en la
mano: “Después de la oración de la noche, se quedaba en la capilla
con el manual de teología o el cuaderno de apuntes: el estudio
ligado a la oración y viceversa era una característica suya” y admite
con humildad: “Nunca conseguí llegar a su concentración en la
oración”. Imitemos al nuevo beato en rezar cada día.
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