ACTUALIDAD MÁS O MENOS ACTUAL
Padre Pedrojosé Ynaraja
Escribía las últimas semanas siguiendo una cierta continuidad lógica. Se me ha
acabado la cuerda y debo iniciar otros derroteros, pero ¿Hacia donde continuar o
qué dirección tomar? Si uno no se plantea una meta, aunque sea imaginaria, a lo
mejor llega a ella y pasa de largo. He pensado que podía dedicar algún artículo a
asuntos relacionados con la Iglesia, que últimamente me preocupan. Son
realidades, algunas positivas y otras que no lo son tanto. Mi propósito es colaborar
a estimular inquietudes y despertar de letargos.
No podemos ignorar, los que pertenecemos a esta cultura que llamamos occidental,
que si por una parte asistimos consternados a la vaciedad de muchas de nuestras
liturgias, por otra se escriben ensayos y se proclama en entrevistas, que se
reconoce la existencia de una espiritualidad asumida sinceramente y se reclama el
derecho a vivirla, pero, generalmente, se la quiere sin la mediación de
organizaciones organizadas de organismos. Lee uno a veces expresiones de este
tono: creo en un ámbito espiritual que me une al universo, siento algo en mi
interior que mantiene y da sentido a mi vida, sí, soy religioso, pero sin necesidad
de pertenecer a ninguna iglesia que me oprima y mediatice…
Reconozco que cuando oigo expresiones de tal índole, pienso en mi interior: pues
precisamente uno de los motivos por los que me siento cristiano, es porque
proyecto mi existencia de idéntica manera.
Cambio de tercio. Vivimos en un mundo invadido de informaciones sociales, de
comunicaciones de masas, de empacho de noticias sin trascendencia, a las que se
le da un valor excesivo e improcedente. Vaya un ejemplo. Se discute el cambio de
lugar urbano de unas palmeras o la inoportunidad de plantaciones de eucaliptos,
como si dependiera de ello la prosperidad del país. Diría uno que somos una
sociedad que goza saboreando conflictos que la esterilizan. Se aleja uno de estos
conglomerados de cultivo de chismes y se encuentra la vida lozana de los bosques.
Hace unos años se quemaron grandes extensiones arbóreas, el paisaje aparecía
ceniciento y triste. Los medios hablaron de ello. Ahora han dejado serenarse a la
naturaleza, el silencio la ha abonado, el inculto dominguero ya no la ensucia ni
incendia, ya que ni siquiera se acerca.
Cuando uno sale de casa en busca de una cima, para disfrutar haciéndolo y
divisando un bello paisaje o quiere volver a encontrarse con aquella fuente que
mana silenciosa, se encuentra rodeado de una vegetación joven, que crece ufana y
se siente uno personaje insigne, al que se le permite caminar por una encantadora
alfombra verde. Han crecido las plantas anónimamente y nadie habla de ello, pero
con su encanto dan fe de la riqueza del terreno.
Me traslado al terreno eclesial. Abundan y se da publicidad a discusiones sobre si el
proceder de cierta clerecía es el adecuado o si el obrar de la jerarquía está de
acuerdo con la democracia que debe impregnarlo todo. La palabrita, o su
significado, se la ha elevado al supremo altar enclavado en el centro de la vida
social, olvidando que muchos déspotas fueron elegidos gracias a ella y de ello se
valieron para su injusto proceder.
A los que desean espacios donde dejarse empapar de espiritualidad que de sentido
a su vida y ayudas para orientar su proceder, le sobran estas discusiones. Gracias a
Dios, medio escondidas, sin cerrar sus puertas, en páramos, en montañas o en la
gran ciudad, viven silenciosas comunidades, que no meten ruido, que no discuten,
simplemente adoran e interceden.
Padre Pedrojosé Ynaraja