La ONU rechaza el aborto como medida de control de la población
Final feliz para la cultura de la vida en la última Comisión de Población y
Desarrollo de la ONU, celebrada en Nueva
El aborto fue rechazado como forma de control de la población; pero los
abortistas, que han conseguido formar parte de la Comisión, siguen
aferrados a su imposición. Como de forma directa y clara no lo logran, pues
recurren a un lenguaje retorcido, eufemístico, que dice lo que no expresa.
El aborto provocado no es salud sexual y reproductiva, sino todo lo
contrario: un grave atentado contra la vida humana que se cobra, en primer
lugar, dos víctimas: el niño, al que se quita la vida, y la madre, que sufre
las consecuencias psíquicas -a veces incluso físicas- de esa barbarie, como
muy bien saben los psiquiatras norteamericanos. La Tierra tiene gran
capacidad para alimentar a todos, pero no todos quieren compartir su
riqueza.
El aborto siempre es un crimen. Decretar el aborto libre es mofarse de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos en la que, el primero es el
derecho a la vida. El Comité de Bioética de Cataluña solicitó al Gobierno
Central la autorización para que el aborto sea legal, después de la
controversia desencadenada por las investigaciones judiciales de los
holocaustos masivos en los chiringuitos abortistas de la Ciudad Condal. Con
los últimos retoques a la ley el aborto es, en la práctica, aborto libre.
El informe de dicho Comité, que engloba un conjunto de proposiciones,
ordenadas por cuestiones éticas, legislativas, sanitarias y sociales, se
posiciona sobre materias en las que concurría un vacío legal. Según el
informe, la madre “ tiene el derecho a la autonomía reproductiva ”. De
acuerdo con ello el Comité Bioético resuelve que el crimen del aborto sea
legal, las madres pueden ejecutar a su propio hijo. Una mujer es libre para
quedar o no embarazada; pero, una vez concebido el niño, pensar en una
licencia para eliminarlo, es regresar a una mentalidad esclavista: Nadie es
dueño de nadie.
Nunca un Gobierno puede apropiarse el derecho a decidir sobre la vida de
una persona aún no nacida, reduciéndola a condición de cosa, pues se sabe
que su identidad genética se inaugura en ella desde el momento de la
concepción. La condición humana no aumenta con el número de células
ligadas al desarrollo, sino que permanece invariable hasta la muerte: reside
en los genes y en el alma.
Clemente Ferrer
clementeferrer3@gmail.com