INMADUREZ
Padre Pedrojosé Ynaraja
Los cimientos de la religiosidad son: la oración, el ayuno (de cualquier clase,
tabaco, alcohol, bebidas caras, confitería etc.) y la limosna (monetaria o servicio
altruista a una comunidad o un colectivo etc.). Ahora bien, previamente al inicio de
las obras, al ingeniero o arquitecto, le es preciso saber las características del
terreno. Desde su consistencia a la posible incidencia sísmica. De la misma
manera, para el progreso cristiano, serán necesarias algunas realidades humanas
que permitirán que el fiel mantenga el progreso sereno de su Fe. Me fijaré en un
aspecto que algunos considerarán fútil, pero que a mí me parece fundamental: el
juego. Vaya por delante que pretendo llegar a definir la cuestión así: una persona
adulta, que de pequeña no ha jugado, cometerá muchos errores. Tanto en su nivel
somático, como en el espiritual y en el anímico. No pretendo ni escribir una tesis, ni
siquiera un ensayo, sólo sembrar algunas ideas.
El juego debe ser espontaneo y libremente escogido. Dos consideraciones previas.
Me horrorizaba un día cuando me explicó un joven, que le habían contratado para
ser profesor de juegos de una escuela. Recuerdo yo mis buenos ratos de recreo en
un colegio de los HH Maristas de Burgos y mis andanzas con los chicos y chicas,
hijos de ferroviarios, por los jardines de la estación de la misma población. En unos
y otros momentos, jugué. Abandonada la niñez e iniciado en la juventud, en el seno
del escultismo, aprendí a hacerlo de otra manera, hasta llegar al descubrimiento de
que la vida es un “Gran Juego”, una gran aventura con Jesús y de Jesús en mí (me
siento enormemente satisfecho, al observar que esta última frase, que escribí y
publiqué hace unos 30 años, la vea hoy pronunciada por el Papa y hasta por mi
mismo obispo. ¡Ole por el farol! Que no lo es. Se trata de que nos inspira el mismo
Señor). Hace años vi un chiste gráfico, de gran contenido. Los padres le decían a su
hijo: como este año no has estudiado y has traído malas notas y como no te portas
bien con tu hermanita, los Reyes-Magos te traerán… y el chico compungido dice:
juguetes educativos.
En todo juego infantil debe haber una cierta dosis de travesura y de creatividad.
Tanto en el solitario, como con sus compañeros. La niña que viendo que su madre
está fuera de casa, abre el armario y le coge a su madre uno de sus vestidos, se
calza sus zapatos de tacón más alto y se pintarrajea con su barra de labios boca y
mejillas y, mirándose al espejo, es sorprendida por su madre que llega, por
paradójico que sea, se está preparando para librarse de muchos errores futuros. Me
hablan de que los niños de hoy no juegan apasionadamente con pelotas de trapo,
no se hacen cabañas secretas en el bosque, no compiten entre ellos construyendo
puentes en minúsculos arroyos, no se escriben ingenuas cartitas y las guardan en
insólitos escondites... Los de ahora tienen artilugios electrónicos, lanzan dardos a
dianas que se iluminan eléctricamente o disfrutan con una máquina tragaperras.
Pues lo siento, jugar con una máquina, para mí, en todo caso, es desmontarla y
que vuelva a funcionar, venzo así al artefacto y me siento humano campeón.
Como no juegan a estas cosas, pese a sus minúsculas cámaras fotográficas y sus
MP3 de gran capacidad. Viendo que fotos sacan, por qué cosas se interesan cuando
viajan y que vestimenta les apasiona ponerse, comprueba uno que son inmaduros,
incapaces de enfrentarse a la vida con responsabilidad. No supieron jugar de
pequeños y de mayores jugarán a casarse, que no es un juego. Y se escaldarán.
(Ya continuaré).
Padre Pedrojosé Ynaraja