Solemnidad de la Santísima Trinidad, ciclo A.
Hoy celebramos el día de Dios.
(Selección de meditaciones).
"Me estoy acordando de los tres meses en que fui catequizado para recibir por
primera vez a Jesús Sacramentado. Corría el año 1985, cuando por influencia de
una feligresa de una parroquia, la cual intercedió ante un sacerdote para que este
me permitiera recibir a nuestro Señor, dispensándome de asistir a las clases de
Catequesis, debido a mi ceguera, pude recibir al Señor por primera vez. Yo era un
niño aislado, y me aprendí muchas más cosas que mis 20 compañeros, con tal de
jugar con ellos un rato todos los días. Os cuento todo esto porque, en aquel tiempo,
no podía entender el Misterio Trinitario, y, aunque no creía mucho en Dios, me
empeñé en buscarles la quinta pata a los gatos si hacía falta, con tal de comprender
la naturaleza de la Beatísima Trinidad. Años después, leí un artículo sobre los
árboles de Navidad, gracias al cual pude llevar a cabo mi ansiado propósito. En
dicho artículo, la base del árbol era comparada con Dios, de quien proceden el Hijo
y el Espíritu. La parte izquierda del árbol, era comparable al Espíritu Santo, pues, al
proceder del Padre, procede también del Hijo, la parte derecha de nuestro árbol de
Navidad, ya que nuestra fe confiesa que el Hijo está sentado a la derecha del
Padre. La lógica humana y nuestra fe, no nos permiten una mayor comprensión de
este misterio.
La Iglesia, a través de las tres lecturas mencionadas anteriormente, pretende
hablarnos de las tres Personas de la Trinidad Beatísima. De estas tres Personas, a
quien más conocemos, es al Hijo, la Palabra de Dios hecha Hombre. Durante todo el
Año litúrgico, sentimos la presencia de Jesús en nuestros corazones de una manera
muy especial. Todos los días, al celebrar la Eucaristía, la Iglesia nos expone la
Palabra de Dios a través de Jesús.
Todos hemos oído hablar de milagros. Jesús resucitó a 3 muertos, sanó a muchos
enfermos, sació el hambre de miles de personas... Estos milagros fueron llevados a
cabo por Jesús, la Palabra de Dios hecha Hombre, quien actuaba bajo la inspiración
del Espíritu Santo, el Amor eterno que procede del Padre y del Hijo. Podemos decir
que ciertamente el Padre nos amó en la total entrega de su Hijo, a través de la
vivificadora acción del Espíritu Santo.
Nuestra fe afirma que los que se bautizan de inmediato son llenos del Espíritu
Santo, pero nadie puede gozarse de aquello que desconoce. No es extraño que
dudemos de la acción del Espíritu, por cuanto, al poseerlo, no sentimos nada
especial. Si tenéis fe, dad a conocer vuestra esperanza, no calléis vuestros
pensamientos, reflexionad ante la gente en voz alta, y dejad que el Espíritu hable
por vosotros! (José Portillo Pérez. Solemnidad de la Santísima Trinidad, año 2002).
"1. Hay una canción muy rítmica que los jóvenes católicos suelen cantar en
este tiempo de Pascua, parte del estribillo de esa canción dice: "Hay que nacer del
agua. Hay que nacer del Espíritu de Dios. Hay que nacer del Señor". Jesús decía las
palabras contenidas en Mt., 23, 16-17. Hace pocos días alguien me dijo cuando
chateábamos: "Yo no soy idiota, mi hijo no va a ser mejor si el cura le echa agua
en la cabeza". Se nos ha inducido a creer en la eficacia de los Sacramentos, pero
esos ritos no tienen efectos mágicos, son simples signos de lo que ha de ser la
disposición con que nosotros queremos ponernos al servicio de nuestro Padre y
Dios en nuestros hermanos los hombres.
Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer
estaba solo allí. La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios,
zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la
noche vino él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar
sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a
gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Animo!, que soy yo; no temáis""
(MT. 14, 23-27).
2. ¿Por qué decimos que tenemos que nacer del agua y del Espíritu de Dios? En el
texto citado anteriormente vemos que Jesús caminaba sobre las aguas. ¿Qué
significado tiene ese gesto de Jesús? En ese texto de San Mateo el agua significa
nuestras dificultades, el miedo, la apatía, el agobio, así pues, el Sacramento del
Bautismo significa nuestra disposición interior para vencer obstáculos de todo tipo,
así pues, teniendo en cuenta esta óptica, es comprensible la súplica contenida en
Sal. 69, 2-3.
"¡Sálvame, oh Dios, porque las aguas
me llegan hasta el cuello!
Me hundo en el cieno del abismo,
sin poder hacer pie;
he llegado hasta el fondo de las aguas,
y las olas me anegan" (SAL. 69, 2-3).
3. Puede resultarnos extraña la forma en que Jesús afirma que debemos dejarnos
inspirar por el Espíritu Santo. Un buen ejemplo de inspiración es San Martín de
Porres, un sudamericano que poseía el don de la ubicuidad y siempre estaba donde
tenía que estar en los momentos más oportunos" (José Portillo Pérez, Lunes II de
Pascua, año 2003).
"Nos hemos acostumbrado a clasificar a las personas en dos grupos diferentes
cuyos miembros se oponen con su conducta los unos a los otros, me refiero a la
clasificación que todos hacemos al juzgar si las personas son buenas o malas
ateniéndonos a nuestros conceptos personales del bien y el mal. Si yo intento
razonar según mi forma de pensar, tengo que deciros que no creo en el infierno, no
creo posible el hecho de que Dios castigue a los pecadores actuando según los
criterios de los hombres que condenan los autores de la Biblia y los escritores
eclesiásticos más reconocidos de todos los tiempos.
Nosotros no somos ni buenos ni malos, somos lo que somos, personas que
intentamos ser felices salvo raras excepciones de algunos hermanos que creen que
lastimándose le tributan a Dios culto sagrado. Dios ha hecho de cada uno de
nosotros un mundo de posibilidades que hemos de explotar para alcanzar la
plenitud de la dicha, así pues, a Dios no le sirve de nada que yo mortifique mi
cuerpo y mi alma, pero seguro que mi labor en Internet hace posible que muchas
personas se relacionen mejor con ellos mismos, sus prójimos y nuestro Padre y
Dios.
¿Por qué os digo que no somos buenos ni malos? Todos hacemos con los demás
lo mismo que ellos u otras personas diferentes han hecho con nosotros a lo largo de
nuestra vida. Cada persona se caracteriza por la nota de originalidad que aporta a
esta sociedad en que todos somos semejantes a fotocopias de una imagen
originaria de antaño que pocas personas pueden describir acertadamente.
Las personas cuya mentalidad es sana que comprenden que añadiéndole mal al
mal consiguen que se les haga justicia, viven en una terrible equivocación.
Supongamos que yo camino con mi bastón por la calle, una señora pasa corriendo
sin mirar por dónde va, tropieza con mi bastón, y está a punto de caerse. Cuando
la señora se recupera del susto, me dice enfadada que tenga cuidado. ¿He sido yo
el causante del incidente? Yo creo que es hora de que relativicemos los términos del
bien y el mal y nos dispongamos a construir un mundo justo y solidario en que
dejemos de buscar culpas y culpables, y aprendamos a hacer con los demás lo que
queremos que ellos nos hagan a nosotros (Mt. 7, 12)
Concluyamos esta meditación del Evangelio diario, pidiéndole a nuestro Padre y
Dios que nos abra la mente y el corazón para aceptar la verdad, aunque la realidad
divina y humana nos cause dolor en el alma, pues ese dolor es el camino de
perfección por el cual los Santos se han granjeado la amistad de Dios y el afecto de
muchos que por alguna causa no creen en nuestro Padre del cielo y la tierra" (José
Portillo Pérez, Martes II de Pascua, año 2003).
" 1. Hermanos, la situación que se nos narra en el libro de los Números no ha
dejado nunca de repetirse de diferentes formas y en diferentes contextos sociales.
Cuántas veces se quejan muchos estudiantes de que Dios no les ayuda aprobar los
exámenes, en cuántas ocasiones nos quejamos porque no nos salen las cosas
según el beneplácito de nuestra voluntad, o cuántas veces nos quejamos porque no
podemos soportar la terrible situación de nuestros familiares o amigos que viven
bajo los efectos del alcohol o la droga. Según el designio de nuestro Padre y Dios,
el Todopoderoso ha dispuesto que encontremos el punto cúlmen de la felicidad
aferrándonos a su divina misericordia, así pues, de igual forma que los judíos que
miraban la serpiente de bronce eran restablecidos de su enfermedad, nosotros, los
que confiamos en Jesús, nos percatamos de que las dificultades que constituyen
nuestra cruz no sean para nosotros una pesada carga con la que debemos morir
resignados.
Nuestros problemas, las enfermedades que nos aquejan, y, en general, nuestras
imperfecciones, constituyen la cruz que cargamos sobre nuestros hombros,
imitando a nuestro Jesús, cuando nuestro Salvador caminaba con su Cruz a
cuestas, camino del Calvario.
No sé si en alguna ocasión habréis oído a alguna persona lamentarse con
respecto a su pesada cruz. Hace unos días le escuché el siguiente comentario a una
señora: "¡Qué cruces nos manda el de arriba! Yo tengo la espalda muy mal, y si el
Gobierno me diera una ayuda, estaría mejor al no tener que trabajar, porque me
vería obligada a forzar menos el cuerpo". La Iglesia nos insta a exaltar la Santa
Cruz de Jesús para que no nos creamos desgraciados y nos sintamos con capacidad
de amar y fuerza no sólo para soportar nuestras acritudes, sino para ayudar a
nuestros prójimos a sobrellevar el peso que los aflige.
2. (Flp. 2, 8). Por más convencidos que estemos de que nuestra acritud no es
una simple desgracia, antes de conocer al Señor, e incluso cuando nos estábamos
familiarizando con nuestro Hermano, nos preguntábamos muchas cosas con
respecto a lo que pensábamos que nos ocurría sin sentido alguno o peor aún,
porque a Dios le placía castigarnos. Recuerdo la mañana del siete de junio de 1988.
Aquella mañana yo dormía apaciblemente, cuando me desperté y escuché a mi
madre que decía: "Dios mío, ¿por qué te la has llevado?". Yo nunca había
experimentado ninguna sensación relacionada con la muerte, es esta la causa por
la que ni siquiera se me pasó por la cabeza la posibilidad de que mi hermana Lucía,
a sus siete años, acababa de morir con epilepsia, parálisis cerebral, anemia, y un
sinfín de enfermedades más. Con respecto a mi hermana puedo deciros lo mismo
que exclamó Job cuando supo que sus hijos habían muerto y que no poseía nada en
el mundo, exceptuando a su mujer que lo odiaba, tres amigos muy confusos y la
lepra: "Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea su Santo Nombre". Cuando mi
madre me dijo por qué lloraba, salté de la cama, y perdí toda la confianza que
durante los tres últimos años había depositado en Dios. Los que querían
consolarme decían: "Ahora ella es un ángel". Yo contestaba: "Está muerta y punto".
Os he contado brevemente mi experiencia, porque es bueno recordar que existen
casos muy especiales por cuya vivencia nuestra vida cobra un sentido especial, que
trasciende los límites de lo humano para nacer a la gracia divina, pero nos suele
suceder que en algunos casos somos tan difíciles de convencer para dejarnos
encaminar por la senda correcta, que la única forma que Dios tiene para habitar en
nuestro corazón es golpearnos con mucho ímpetu, para que veamos que, según
palabras del Apóstol Pablo, "en nuestra debilidad se manifiesta la omnipotencia de
Dios". Esta experiencia de nuestra cruz personal hay que aceptarla lentamente, sólo
quienes dejan que Dios penetre su corazón pueden comprender de qué estoy
hablando concretamente. Quizá algunos hermanos se pregunten: ¿Son nuestros
problemas matrimoniales la cruz a la que tenemos que aferrarnos? ¿Nos invita la
religión a resignarnos ante nuestra precaria situación laboral? Yo les respondo a
estos hermanos y amigos que Dios no nos condena a cargar con nuestra cruz como
quien se distrae contemplando una puesta de sol en la playa, nuestro Padre, en
conformidad con nuestra purificación, de igual forma que trocó la muerte de Jesús
en vida, irá aliviándonos el peso que nos atormenta.
Hermanos, si creéis que vuestros problemas son absurdos, no os resignéis ante la
posibilidad de mejorar vuestra situación, y, sobre todo, no os reveléis contra
vuestro dolor, las personas que os hacen daño consciente o inconscientemente, no
os reveléis contra Dios, imitad a Cristo sufriendo por causa de la santa obediencia,
porque vuestro Padre y Dios desea lo mejor para vosotros, y tiene cosas que
concedernos a todos según nos vamos purificando.
3. El Evangelio correspondiente a la Eucaristía que estamos celebrando puede ser
interpretado de varias formas. Cuando me decidí a predicar el Evangelio, desde el
momento en que escribí el libro de oración y meditación de la web principal de
Trigo de Dios, me esforcé por buscar la mejor forma de hacer que la gente se
acerque más a Jesús. Yo creo que el Evangelio de hoy nos enseña que el infierno y
el demonio existen, son nuestros bloqueos, la pereza que nos invade en ciertas
ocasiones, la “excusitis” que sufrimos cuando tenemos la oportunidad de socorrer a
nuestros prójimos... San Juan nos invita a través del Evangelio de hoy a que
imitemos a nuestro Padre y Dios en la forma que tiene de amarnos. Dios nos amó
tanto que llegó a permitir la muerte de su Hijo Unigénito para darnos a entender
que no hemos de bloquearnos contemplando la adversidad de nuestra vida. Si Dios
se hubiese encarnado y hubiese muerto sin tocar a su Hijo, no hubiera sufrido tanto
como lo hizo viendo cómo su propio reflejo existencial se extinguía en la tarde del
Viernes Santo, para iluminar al género humano, en la florida mañana del Domingo
de Resurrección" (José Portillo Pérez, Domingo XXIV Ordinario del ciclo B, año
2003).
" 1. En cada ocasión que los judíos eran rebeldes para con Dios y no tenían en
cuenta los preceptos de la Ley de Moisés, sucedía que alguna naciónn humillaba al
pueblo de Dios, hasta que los mensajeros del Altísimo lograban hacer que los judíos
comprendieran y aceptaran las razones mediante las cuales actuaba Yahveh, que
ellos habían olvidado con el paso de los siglos. Los que contemplamos esos hechos
que ocurrieron en el pasado, nos preguntamos por qué permitió Dios que los
miembros de su pueblo fuesen humillados de esa forma que aparentemente tanto
contradice el Evangelio de Jesús que todos más o menos conocemos. Si dejamos de
mirar al pasado y contemplamos el devenir de nuestra vida, podemos percatarnos
de que somos semejantes a aquellos judíos que se sentían mejor entregándose a la
vida sin Dios que cumpliendo las prescripciones religiosas de la Torá y las
autoridades religiosas de su tiempo. ¿Por qué nos parecemos a esos judíos? Más
allá de todo simbolismo, parecemos ordenadores en las manos de Dios, porque
muchas veces nos salen las cosas mal cuando nuestras intenciones y nuestro modo
de proceder contradicen a las disposiciones explicitadas por la Palabra de Dios.
Algunos me diréis que me habéis pillado los dedos entre la pared y la puerta, que al
hablar no he tenido en cuenta que yo nací ciego, y que no tuve tiempo de
contradecir a Dios para que El me castigara siendo yo un niño inocente. Yo nací
ciego, he tenido momentos difíciles, pero os digo que si no fuera ciego, si pudiera
ver, no tendría junto a mí a una gran mujer, no os conocería a vosotros, no creería
en Dios, estaría como muchos de mi pueblo que tienen mi edad, en una discoteca,
en un bar, viendo televisión, emborrachándome... La ceguera ha sido para mí un
pórtico que me ha abierto el camino de la felicidad, y me ha ayudado a esquibar
algunos caminos en que muchos han caído, y no viven. No os digo que ser ciego
me encanta, os digo que he aprendido a sacar cosas buenas de mi difícil estado.
2. San Pablo nos habla en la segunda lectura del perdón de los pecados. El padre
Cipriano Sánchez nos está obsequiando durante este tiempo de Cuaresma con unas
excelentes meditaciones que nos hacen reflexionar mucho sobre la necesidad que
tenemos de purificar nuestra conducta, esto es lo mismo que decir que tenemos
necesidad de observar los acontecimientos buenos y malos de nuestra vida desde
un punto de vista positivo fundamentado en nuestra buena ssicología. Para no
hablaros otra vez de mi ceguera, os recuerdo el caso de nuestra ex monja
contemplativa. Rosa vivió un estado de confusión enorme cuando salió de su celda
y se le ocurrió chatear y enamorarse locamente. ¿Estaba Rosa pecando al
enamorarse en su estado de religiosa célibe? Dios no iba a tachar a Rosa de
pecadora si dejaba de ser religiosa, porque el Padre se conforma con que ella sea
creyente. Dios no se iba a ofender si Rosa rompía el corazón de quien la esperaba
detrás del monitor impaciente por contemplar su rostro. Rosa hubiera tenido serios
problemas mentales si se hubiera quedado estancada entre su celda y el mundo
invadida por la constante y eterna duda. ¿Sería Rosa pecadora si estuviera indecisa
en su celda esforzándose por orar y no pudiendo evitar pensar en su actual marido?
Rosa no estaría pecando, pero estaría viviendo un catastrófico caos mental. Dios se
conformó con que Rosa eligiera el mejor camino, el camino de su felicidad.
3. Hubo un tiempo en que los hebreos recorrían el desierto con la esperanza de
poder entrar en la Tierra prometida. Sucedió en cierta ocasión que los pecadores
hicieron que una plaga mortal cayera sobre ellos. Dios escuchó la oración de Moisés
y de sus pocos seguidores, y quiso que su Profeta le mostrara a la gente una
serpiente de bronce, tras mirar a la cual, todos los que tuvieran fe fuesen
restablecidos de su enfermedad. ¿Nos exige Dios fe para favorecernos? En primer
lugar, Dios no favorece a nadie, Dios nos concede sus dones porque le da la gana
amarnos. En segundo lugar, Dios no nos chantagea para concedernos sus dones
utilizando la fe con maestría de chapucero o usurero, yo no puedo concederle valor
a un cuadro de Picasso si no sé nada de pintura, yo no puedo valorar los dones de
Dios hasta el momento en que no soy consciente de que el Espíritu Santo me asiste
en cada momento de mi vida" (José Portillo Pérez, Domingo IV de Cuaresma del
ciclo B, año 2003).
" "Mi vida en este mundo consiste en creer en el Hijo de Dios, que me amó y
entregó su vida por mí" (GÁl. 2, 20) Estamos conmemorando la Pascua de
Resurrección, en nosotros ya no cabe ningún sentimiento de miedo con respecto a
nuestro Padre Dios, y si ya no tenemos miedo porque hemos conseguido
convencernos plenamente de que el Señor nos ama, tampoco reina en nuestro
corazón la desconfianza, porque sabemos que el mal sólo es un término relativo.
Las personas solemos tener una característica que nos une mucho, tenemos
miedo a lo desconocido. Nos hemos acostumbrado a considerar que Dios es más
grande y poderoso que nosotros. Paradójicamente, al contemplar los milagros que
hizo Jesús, en muchas ocasiones, pensamos que Dios nos castiga permitiendo
nuestro sufrimiento. Yo creo que es hora de que aclaremos algunos conceptos que
resultan ser de vital importancia en la vida de los cristianos.
¿Permite Dios el mal? Hay que mirar la vida ateniéndonos a enfoques positivos de
las circunstancias que nos acaecen. ¿Qué decimos que es el mal? Muchos me
preguntáis cual es la razón por la cual Dios me ha hecho ciego si yo le dedico a El
muchas horas ayudando a las personas que sufren. Pero, hermanos, amigos, ¿es la
enfermedad un mal? Sé que hay extremos en los cuales nuestra sabiduría no ha
detectado que los enfermos obtengan provecho espiritual alguno de su dramático
estado, pero yo estoy convencido de que todo lo que nos sucede está encaminado a
ayudarnos a ser felices en este mundo o en la presencia de Dios.
Algunos me decís muchas veces que Dios os castiga injustamente porque sois
muy buenos con las personas que os rodean. Por favor, pensad un momento, ¿no
creéis que los sufrimientos nos acompañan a buenos y malos indistintamente de
nuestra conducta? Yo creo que debemos ser maduros como para no creer que los
considerados malos son más felices que los buenos porque Dios los atormenta
menos, lo que sí os digo que es cosa de mentes perversas pensar que los malos
ríen hoy porque Dios los castigará en su post muerte. Nosotros no conocemos
plenamente el designio de Dios, pero sabemos que El nos ama y no lo culpamos de
nuestros males, porque sabemos que las cosas pasan porque pasan, no le damos
más vueltas a algo fácil que intentamos complicar para no enfrentarnos a nuestros
problemas reales, porque nos creemos incapaces de resolver lo que
verdaderamente nos angustia.
Hay que mirar la vida con buenos ojos. Consideremos que es más feliz la mujer
que se levanta cantando todos los días que el hombre que se levanta enfadado con
mucho sueño maldiciendo a todo el mundo porque tiene que hacer el trabajo que
menos le gusta.
Vamos a concluir esta meditación relacionada con el Evangelio diario, pidiéndole a
nuestro Padre y Dios que nos ayude a encontrar la parte positiva de la adversidad
de nuestra vida" (José Portillo Pérez, Miércoles II de Pascua del ciclo B, año 2003).