Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista.
Meditaciones extraídas de algunos textos de José Portillo Pérez.
Hubo un tiempo en que los padres del Bautista se sentían castigados por la ira de
Dios, pues, uno de los dos, era estéril, y, según el sexismo dominante en aquel
tiempo, se decía que era Isabel la que no podía tener hijos. Tanto Zacarías como su
mujer, eran de edad avanzada. Cierto día, estaba Zacarías rindiéndole culto a Dios,
cuando un ángel del Señor, le comunicó que sería padre del Precursor del Mesías,
quien había de redimir a su pueblo de sus propios prejuicios.
Juan Bautista hizo que mucha gente se preparara espiritualmente a recibir al
Mesías, pues este estaba por llegar a Palestina. Juan, el último de los Profetas del
Antiguo Pacto o Testamento, fue un predicador valiente, hecho que le costó la vida,
convirtiéndolo en un nuevo Mártir del libro de la vida, en el cual, según el
Apocalipsis de San Juan Apóstol, constan los nombres de los hijos de Dios.
Jesús recibió la comunicación de la muerte de su primo Juan, y decidió retirarse a
orar en la soledad, porque su alma se llenó de tristeza, pero, la gente, no permitió
que el Señor estuviera sólo. Jesús no podía descansar, no encontraba un segundo
para llorar su dolor, y fortalecer su espíritu orando como solía hacerlo cada vez que
lo necesitaba. Viendo Jesús que aquella gran multitud era semejante a un rebaño
de ovejas sin pastor, fortaleció su espíritu obrando misericordiosamente,
multiplicando panes y peces, para alimentar a la multitud. Hay un hecho muy
significativo en la multiplicación de los panes, pues, los alimentos no eran del
Señor, sino, de algunos miembros de la multitud. Pongamos nuestras virtudes y
dones en las manos del Señor, y que El nos haga rendir fruto, multiplicando
nuestros actos de misericordia y oraciones, para que así anticipemos la Parusía o
segunda venida de nuestro Señor.
Hay momentos en nuestra vida en que nos sentimos cansados, exasperados.
¿Quién podría contarnos lo que significa padecer un ataque de pánico? ¿Quién
puede darnos testimonio de una vivencia sin esperanza? Todos sabemos del
esfuerzo con que Jesús predicaba, y del propósito con que llevaba a cabo sus
milagros.
Nuestro Señor era consciente del tormento que le había de llevar al suplicio de la
crucifixión, de igual manera que no ignoraba el martirio que aguardaba a muchos
de sus seguidores. Si Jesús que fue el fundador de la Iglesia fue rechazado por
quienes no creían en El, ¿qué no había de hacerse con muchos de sus seguidores?
Si leemos los versículos 10-13 del capítulo 20 de la Profecía de Jeremías, nos
encontramos con un Profeta tan torturado y desesperado, que llega a desear que
Dios vengue sus sufrimientos. Jesús no tiene malos deseos con respecto a los
pecadores y a quienes no creen en El, pero desea la felicidad y la paz de que
carecen quienes no conocen la Buena Nueva del Reino de Dios. Jesús se sintió
impotente ante lo mucho que tenía que decir y hacer, pues tenía muy poco tiempo
para llevar a cabo su obra salvífica en Palestina, y su predicación no tenía mucho
éxito entre quienes le oían.
Supongamos que preparamos un discurso y predicamos ante un cierto número de
personas, las cuales no creen nuestras palabras. A pesar de que podemos
desanimarnos, podemos buscar el consuelo de nuestros amigos y familiares, ya que
ellos nos comprenden. Jesús, no sólo estaba rodeado de incomprensión, pues,
como sabemos, luchó hasta morir crucificado. Jesús no podía recurrir a Santa María
cada vez que era incomprendido por algún hombre. Tras pronunciar su discurso,
Jesús tenía que explicarles lo que había dicho a los Apóstoles, la mayoría de los
cuales, no eran expertos en interpretación bíblica precisamente. Pensemos en un
hombre que conduce un coche a gran velocidad, y está a punto de caer por un
precipicio que está al final del camino. Imaginemos cuál sería nuestra impotencia al
estar a punto de contemplar una muerte inevitable. Jesús era consciente de la
infelicidad que vivían quienes se apegaban a los bienes materiales, en vez de
abogar el amor de sus prójimos los hombres.
Meditación sobre MT. 11, 25-27
1. Ayer pudimos meditar cómo nuestro Jesús cayó en un profundo estado de
desaliento. Nuestro Señor, el Místico acostumbrado a encontrar consuelo en Dios,
oró en alta voz, en público. La oración de Jesús no estaba escrita con anterioridad
para ser aplaudida por los oyentes. Jesús oró con las palabras que le salieron del
alma. Muchos cristianos hemos aguantado nuestra necesidad de orar ante la gente
para que nadie se ría, no de nuestra fe, sino, de nuestro amor propio. Jesús sintió
la necesidad de orar, y, no podía aguantar el deseo de dirigirse al Padre, y, como
estaba pronunciando un discurso para enviarnos a predicar a todos los cristianos de
todos los tiempos, para no dejarnos pensando que había concluido su discurso,
decidió orar en voz alta.
2. Nótese algo extraño en la oración de Jesús con respecto a nuestra actitud
orante. Cuando nos encontramos deprimidos, le pedimos a Dios que nos fortalezca,
pero a Jesús no se le ocurrió otra cosa que darle gracias al Padre por permitir una
tristeza y un desaliento que concluyeron en una oración pronunciada a viva voz.
3. Una vez concluida la oración, Jesús se sintió con fuerza para arrastrar el dolor
y la miseria del mal humano, tal como meditaremos mañana.
Meditación sobre MT. 11, 25-30
1. Jesús habla con el Padre.
Nuestro Señor es el Místico capacitado para pasar noches enteras en oración.
El alma de oración parece perder la noción del tiempo cuando está en contacto
con su Criador.
Jesús habla con el Padre en tiempos de alegría, cansancio, y dolor.
En esta ocasión, nuestro Señor le da gracias al Padre, porque ha permitido que el
Espíritu Santo les revele su verdad a quienes no destacan en nuestra sociedad
debido a su sabiduría o riqueza.
Jesús es feliz porque la verdad divina ha sido revelada a los pobres que no
codician los bienes de los ricos.
Jesús es feliz porque la sabiduría de Dios ha sido revelada a la gente sencilla.
Jesús está satisfecho porque el Espíritu Santo ha descendido sobre quienes no
juzgan a los hombres por su posición social, sino por su caridad con respecto a los
hijos de Dios.
2. La segunda parte del pasaje evangélico que meditamos en esta ocasión, (MT.
11, 28-30), nos hace reflexionar sobre la humildad con que hemos de seguir a
Jesús.
No es necesario que seamos sacerdotes para que podamos ser salvos, porque
este don celestial nos ha sido concedido, pues es una gracia del Sacramento del
Bautismo.
No necesitamos privilegio de ninguna clase para poder seguir a Jesús, pues no
existe mayor dádiva celeste que la filiación divina.
No necesitamos tener antepasados que destaquen en el terreno de la
espiritualidad para acercarnos a Dios, porque, el Dios Uno y Trino, es nuestra vida,
nuestra meta, según palabras del Apóstol Pablo: "En Dios vivimos, nos movemos y
existimos".
Para permanecer en estado de gracia de Dios, sólo necesitamos reconocer
nuestras virtudes y defectos, y acercarnos al trono de la gracia divina.
Dios nos ama tal cual somos, con nuestras virtudes y defectos.
3. Dios no nos pide nada a cambio del amor que derrama sobre nosotros tan
generosamente, pero es bueno que cumplamos los preceptos de la Ley divina. Si
ojeamos el libro de los Salmos, vemos que los distintos autores del mismo,
mencionan constantemente las disposiciones de la Ley del Señor y Dios nuestro. De
igual manera, San Pablo, en sus Epístolas, nos insta a que llevemos a cabo el
cumplimiento de la voluntad de Dios. El alma de oración, cumple los Mandamientos
de nuestro Dios, movida de un amor inexplicable, que le da sentido a su doble
existencia natural y sobrenatural.
Felicito a todos aquellos que comienzan su periodo vacacional, a pesar de que la
mayoría de suscriptores de esta lista no son españoles, como lo es el moderador
del foro. Aunque muchos cambiéis de vida durante 15 o 30 días, no le deis
vacaciones a vuestro crecimiento espiritual. Recordad que Dios siempre está
pendiente a nosotros, no le deis la espalda a nuestro Padre del cielo. Pensad que en
los días de vacaciones podéis tener la mejor oportunidad del año para aumentar
vuestra fe, la virtud teologal que os da fuerza para sobrevivir a años llenos de días
marcados por el cansancio y el agobio.
Zacarías, en la primera lectura, nos recuerda la entrada triunfal de Jesús en la
ciudad tres veces Santa. Seguramente todos recordáis cómo conmemoramos dicho
pasaje evangélico el pasado Domingo de Ramos, pórtico de la Pasión, muerte y
Resurrección de nuestro Hermano y Señor Jesucristo, al recordar el misterio
pascual. Jesús es el rey de la humildad que trocó la ignorancia de los más pequeños
de este mundo por la sapiencia de Dios y sus Santos, sabiduría que nos induce a
alcanzar el Reino de Dios a través de nuestras experiencias, oraciones y el servicio
a nuestros hermanos los hombres. Jesús también quiere estar presente hoy entre
nosotros, es esta la razón por la cual nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía,
nuestro Señor se volverá a sacrificar para seguir ayudándonos a superar nuestras
dificultades, y para seguir haciendo posible nuestro crecimiento espiritual.
San Pablo nos sigue instando, en su Carta a los Romanos, a que caminemos
sobre los pasos de nuestro Señor Jesucristo. Hoy el Apóstol nos pide que no
pequemos más para que así podamos entregarnos fielmente al cumplimiento de la
voluntad de Dios en nuestros prójimos y nuestras personas. Se han dado muchas
interpretaciones de este texto, de forma que se ha creado una gran controversia,
pues no faltan adivinos, y otras personalidades réprobas por los Autores humanos
de la Biblia, que se dicen católicos. Yo, estimadísimos hermanos y amigos en la fe
de nuestro Señor Jesucristo, pienso que los católicos no hemos de comprobar
nuestra verdad personal exigiéndoles a los hombres que nos muestren su carné de
Santidad o su pasaporte para viajar al cielo. Dios sabe cual es la causa por la cual
todos somos distintos, intentemos comprender a nuestros hermanos los hombres,
sin tacharlos de pecadores. No juzguemos más a nuestros prójimos, y pensemos en
aquellos hermanos nuestros que renuncian a la riqueza para no negar su fe. Hace
varios meses recibí la carta electrónica de un lector que renunció a traficar con
drogas, desde que leyó algunos textos religiosos en Internet, entre los cuales está
el sermón esquemático de las siete Palabras que os envié el pasado Viernes Santo.
San Mateo, en los capítulos 10 y 11 de su Evangelio, nos enseña cómo hemos de
comportarnos los cristianos en una sociedad sin Dios. Jesús nos da instrucciones
para que le sigamos, y, al hacer balance de sus éxitos logrados recordando al
entonces encarcelado San Juan Bautista de la poca acogida que tenían sus Palabras
entre sus hermanos de raza, Jesús se siente cansado, su espíritu humano empieza
a flaquear. El Espíritu Santo acude en ayuda del Jesús orante, aunque no se le vio
adoptando la forma corporal de una paloma, como ocurriera cuando el Bautista
bautizó a nuestro Hermano y Señor Jesús. La hermosa plegaria con que Jesús
comienza el Evangelio de hoy (Mt. 11, 25-27), debería inducirnos a poner nuestras
virtudes, defectos y necesidades en las manos de nuestro Padre y Dios. Todos
sabéis que, desde hace varias semanas, en Trigo de Dios, todos los domingos,
oramos al concluir la lectura de la homilía, en recuerdo de dicha plegaria divina. Al
concluir su oración, Jesús recupera su fuerza, otra vez quiere cargar con nuestros
pecados y dolores para encumbrarnos, en la cruz del dolor y la paciencia, para
conducirnos al Reino del cielo.
Estamos en un mundo en que, a lo largo de la Historia, hemos aprendido a vivir
incitados por lo que denomino especie de impulsos revolucionarios, que nos han
permitido en unos casos descubrir grandes verdades, al mismo tiempo que en
algunas ocasiones hemos defendido errores que no tienen ninguna explicación que
los justifique la Palabra de Dios. Hubo un tiempo en que el pueblo de Israel no
quiso ser gobernado por Jueces inspirados por Dios, razón por la cual el pueblo le
pidió a Samuel que le pidiera a Dios que les concediera un rey que les gobernaba,
para ver si podían prosperar en riqueza, al igual que lo hacían otras tantas naciones
que tenían más experiencia que los judíos en vivir como pueblos no sometidos a la
esclavitud. Dios advirtió a su pueblo de que, si se dejaban gobernar por un rey,
este les obligaría a cargar con el peso de su poder, pues habrían de darle una
buena parte de sus ganancias anuales.
Si nos remitimos al primer libro de la Biblia, podemos constatar cómo Adán y
Eva, desobedeciendo a su Criador, comieron del fruto prohibido. Debido a mi
situación de ciego, he tenido la oportunidad de ver en multitud de ocasiones cómo
mucha gente les facilita demasiado la vida a sus familiares minusvalorizados, sin
tener en cuenta que, para madurar, para crecer espiritualmente, necesitamos
aprender de nuestros errores, fracasos y buenas experiencias.
Cristo supo siempre mejor que nadie que estuvo más desamparado en su Pasión
de lo que muchos hombres se han llegado a sentir por Dios a lo largo de la Historia.
Jesús vivía en permanente comunicación con Dios, pues la oración era para El el
sustento espiritual que le ayudaba a llevar a cabo su obra redentora. En ciertas
ocasiones nos enredamos en nuestros asuntos cotidianos, y descuidamos el diálogo
interno con nuestro Padre y Dios, de manera que sólo nos acordamos de nuestro
Señor cuando necesitamos que nos conceda algún caramelo que nos hace falta o se
nos antoja en un determinado momento de nuestra vida.
La oración no es un simple monólogo que mantenemos sin que nadie nos
escuche, los que emprendemos este camino de crecimiento espiritual, tenemos la
experiencia de la vivencia de Dios en nuestros corazones. Es bonito levantarse con
ganas de empezar un nuevo día en que nos vamos a encontrar con el reto de seguir
potenciando nuestra revolución personal ante la humanidad de Dios y la divinidad
del hombre, pues, es tan grande el amor con que nuestro Padre nos ama, que en
ocasiones me es difícil distinguir quién es divino o humano.
Hace varios años, tuve la oportunidad de acompañar a una chica que descansa en
las Moradas eternas llamada Gema Aragón, que estudiaba el tercer curso de la E. S.
O., en el instituto María Zambrano de Torre del Mar. Esta chica era invidente,
sorda, tenía enfermedades prácticamente en todo el cuerpo, y había sido sometida,
a sus 18 años, a 38 intervenciones quirúrgicas. La salud que le faltaba a mi amiga,
resultó ser una inexplicable inteligencia que hacía que esta chica obtuviera unas
calificaciones envidiables por muchos de sus compañeros de clase. Os cuento esta
historia porque cierto día mi amiga me interrogó: "¿Dónde está Dios¿" Yo le
respondí: "Todos los miércoles vengo al María Zambrano a pasar la mañana con El"
El amor a Dios manifestado en el servicio a nuestros prójimos, es más valioso que
toda la sabiduría contenida en los libros.