Solemnidad del martirio de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.
¿Qué es la Iglesia?
Hoy recordamos a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, el primero de los cuales
fue el fundador de la Iglesia madre de Jerusalén, y el segundo fue el más notable
fundador de comunidades cristianas entre los gentiles o paganos. Dado que al
hablar sobre el tema de la fundación de la Iglesia tenemos muchas dificultades con
los cristianos no católicos, es necesario aclarar que, al afirmar que los citados
Apóstoles fundaron y extendieron la Iglesia por el mundo, no pretendemos afirmar
que la fundación de Cristo es obra de los tales, sino que ambos siervos del Señor
edificaron el templo de la fe de los cristianos, a partir del Evangelio que Jesús
predicó antes de ser entregado por Judas a sus enemigos, durante la noche del
dolor y las traiciones.
Al considerar las biografías de los Apóstoles, nos percatamos de que no todos los
seguidores de Jesús tenían una notable instrucción bíblica. Es preciso tener en
cuenta este detalle, porque, en muchas ocasiones, al hablar de los católicos, -
especialmente de los religiosos-, mucha gente tiene la costumbre de exigirles a los
tales que observen una actitud intachable, de la misma forma que, entre los padres
del Concilio de Jerusalén, había quienes querían obligar a los cristianos extranjeros
a observar cabalmente la Ley mosaica, la cual carecía de sentido para los nuevos
discípulos de Jesús, porque habían sido educados de diferente forma que los
coetáneos del Señor.
El hecho de que la Iglesia es Santa no debe ser puesto en duda, -al menos por
ningún católico que se precie de conocer la fundación de Jesucristo-, pero este
hecho no quiere significar de ninguna manera que los católicos,
independientemente de que seamos laicos o religiosos, hemos alcanzado la plenitud
de la perfección divina. Tal como sucede en las demás confesiones cristianas, entre
los católicos existen distintas formas de pensar, lo cual nos impulsa a proceder de
diversas formas, a pesar de la insistencia con que Jesús nos pide en los Evangelios
que tengamos una misma forma de pensar y proceder.
Es comprensible el hecho de esperar que Dios sea perfecto y que por
consiguiente evite el hecho de pecar, pero no puede suceder lo mismo con los
cristianos. Recordemos que San Pedro traicionó a Jesús en la noche de su Pasión,
porque cometió el error de confiar más en su impulsividad que en Dios.
Recordemos también que San Pablo llegó a torturar a los cristianos antes de
hacerse creyente en Jesús, considerando que ello era una forma de tributarle culto
a Dios. Los cristianos somos imperfectos porque somos humanos, pero ello no
significa que no tengamos la oportunidad de superar los errores que cometimos en
el pasado, llevando a cabo todas las obras benéficas que nos sea posible.
El hecho de querer saber lo que es la Iglesia, indica que queremos saber lo que
es el Reino de Dios, pues la Iglesia es el Reino de Dios. El Reinado de Dios es una
sociedad que se realiza cumpliendo la voluntad de nuestro Creador, lo cual se
percibe en la Iglesia, la fundación de Cristo en que, entre aciertos y errores, los
católicos intentamos perfeccionarnos, sin perder la fe en que Dios nos ayudará a
superar las dificultades que superen nuestra humana fragilidad.
La religión verdadera es aquella cuyos adeptos aman a Dios más que a nadie y
más que a sus posesiones.
La religión verdadera es aquella que aboga por la dignidad de la humanidad,
teniendo en cuenta que, aunque no todos pertenecemos a la misma clase social,
tenemos una misma dignidad que nos pertenece, porque somos hijos de Dios.
La religión verdadera es aquella cuyos miembros se congregan para adorar a su
Padre celestial y para solventar sus carencias.
Sé que nos falta un largo camino por recorrer para poder superar las deficiencias
que nos caracterizan, pero ello debe animarnos a concluir la obra que Dios ha
comenzado en nosotros, pues nuestro Santo Padre no nos va a desamparar, por
consiguiente, en la Carta a los hebreos, leemos:
"Nunca te abandonaré,
jamás te dejaré solo" (CF. HEB. 13, 5).
San Pablo les escribió a los cristianos de Éfeso:
"Sois piedras de un edificio construido sobre el cimiento de los apóstoles y los
profetas. Y Cristo Jesús es en ese edificio la piedra angular" (EF. 2, 20).
Una de las características que definen a la Iglesia de Cristo, es la Unidad que
debe existir entre sus hijos. Los católicos vivimos dispersos en muchos países,
pero, a pesar de que no todos hemos sido instruidos en una misma cultura, hemos
sido llamados a tener las mismas creencias religiosas, en atención al siguiente texto
paulino:
"Sólo hay un Señor, sólo una fe, sólo un bautismo. Sólo un Dios, que es Padre de
todos, que a todos domina, por medio de todos actúa y en todos vive" (EF. 4, 5-6).
Para que nuestra fe siga siendo edificada sobre el cimiento de los Apóstoles y
Profetas bíblicos, necesitamos tener la seguridad de que todos mantenemos las
mismas creencias religiosas, pues, de no hacerlo, podríamos dividirnos en muchas
iglesias diferentes, tal como viene sucediendo con el protestantismo. Los citados
cristianos creen que su forma de interpretar la Biblia es válida, gracias al principio
del libre examen, el cual equivale a creer que el Espíritu Santo les inspira sus
interpretaciones bíblicas a nivel individual. Esta es la razón por la que tales
hermanos se han dividido en muchas iglesias.
El Espíritu Santo podría haber velado para que todos los cristianos tuviéramos las
mismas creencias, pero Dios quiso que el gobierno de la Iglesia de Cristo le fuera
confiado a al Papa, el cual tiene la misión de mantener a los cristianos unidos, tal
como escribió San Pablo en una de sus Cartas:
"Sabido es que el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros, y que los diversos
miembros constituyen un solo cuerpo. Lo mismo sucede con Cristo. Todos nosotros,
en efecto, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos recibido en el
bautismo un mismo Espíritu, a fin de formar un solo cuerpo; a todos se nos ha dado
a beber de un mismo Espíritu" (1 COR. 12, 12-13).
"Por lo demás, hermanos, alegraos; sed perfectos; animaos; tened un mismo
sentir; vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros" (2 COR.
13, 11).
Otra característica de la Iglesia de Cristo, es su Catolicidad o Universalidad, pues
tenemos el mandato expreso de Jesús de evangelizar a toda la humanidad. Nuestro
Señor, nos dice:
""SE proclamará esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar
testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin" (MT. 24, 14).
Aunque el citado versículo de la obra de San Mateo hace referencia a la
evangelización tanto de judíos como de paganos que se llevó a cabo antes de que
Jerusalén fuese destruida el año setenta del siglo I, es correcto el hecho de
aplicarlo al tiempo en que vivimos, de la misma forma que los signos del
Apocalipsis, los cuales tenían un significado para sus lectores inmediatos de finales
del siglo I, son interpretados de forma que acrecienten nuestra fe en este tiempo,
gracias a la Hermenéutica.
Cuando Jesús les expuso a sus oyentes la parábola del Buen Pastor, les dijo:
"Tengo todavía otras ovejas que no están en este aprisco; a éstas también debo
atraerlas para que se familiaricen con mi voz. Entonces habrá un solo rebaño, bajo
la guía de un solo pastor" (JN. 10, 16).
Dado que los oyentes de la citada parábola de Jesús eran judíos, nuestro
Salvador, al mencionar a las ovejas que no estaban en aquel aprisco, hizo
referencia a los gentiles que hemos creído en él, después de que aconteciera su
Pasión, muerte, Resurrección y Ascensión al cielo.
Jesús nos dice que la Iglesia debe estar constituida por un rebaño, que ha de ser
guiado por un solo Pastor, el cual es nuestro Señor. Al leer el capítulo treinta y tres
de la profecía de Ezequiel, nos percatamos de cómo Dios quiere que su rebaño no
sea guiado por pastores egoístas, para que sus ovejas no sean descarriadas del
rebaño. En el citado texto, Dios advierte a los pastores para que no abusen de la
confianza que las ovejas débiles depositan en ellos.
Otra de las características de la Iglesia de Cristo, es la Apostolicidad, es decir, los
católicos creemos la doctrina que los Apóstoles de Jesús predicaron en su tiempo, la
cual no procede de los tales, sino de nuestro Redentor. Llegados a este punto,
muchos cristianos no católicos, pueden decirme que intento engañaros, porque, por
ejemplo, los católicos creemos en la Santísima Trinidad, y en ningún versículo
bíblico se habla de la coexistencia de tres Personas en el seno de la Deidad.
Quienes tienen este pensamiento, no recuerdan las siguientes palabras que Jesús
les dirigió a sus Apóstoles, durante la última Cena:
"Tendría que deciros muchas cosas más, pero no podríais entenderlas ahora" (JN.
16, 12).
Dado que los judíos se mantuvieron al margen de los principios filosóficos hasta
el siglo XV de la era cristiana, hubieran tenido serias dificultades en el siglo I para
entender el Misterio de la Santísima Trinidad. Debemos tener en cuenta que la
teología trinitaria no contradice ninguna creencia cristiana anterior a la misma, tal
como ocurre en el caso de las religiones cuyos líderes mueren y los nuevos
gobernantes cambian bruscamente la teología de las mismas.
La Iglesia de Cristo es Romana, porque el Vicario de Cristo la gobierna desde
Roma. Al leer el capítulo dos de la Carta de San Pablo a los cristianos de Galacia,
nos percatamos de que el citado Apóstol quería conocer a San Pedro, para que, el
hecho de mantener ambos las mismas creencias, le ayudara a seguir predicando,
sin tener conflictos con creyentes judíos. No es posible el hecho de que el mundo
carezca de autoridades. La Iglesia necesita ser gobernada por el Papa porque ello
obedece a la voluntad de Dios. De la misma forma que en el entorno familiar los
padres deben ejercer autoridad sobre sus hijos, todos los cristianos no podemos
servir a Dios en una iglesia que se acomode a nuestras expectativas, porque Dios
no es quien tiene que adaptarse a nosotros, pues somos nosotros quienes tenemos
que adaptarnos a El, porque su voluntad consiste en concedernos la plenitud de la
felicidad.
Concluyamos esta meditación, pidiéndole a nuestro Padre común, que nos una a
todos los cristianos de todas las confesiones, bajo la guía del Pastor de nuestras
almas. Amén.