Narraciones fragmentadas
P. Fernando Pascual
17-7-2011
Llegan noticias. Datos concretos, o confusos, o inciertos. No tenemos claro qué pasó
exactamente.
La mente empieza a trabajar. No estamos contentos con fragmentos. Nos gusta conocer
historias coherentes, más o menos completas, verosímiles.
Pero los datos no dan para más. Algunos periodistas y escritores buscan tramas secretas,
suponen acciones coordinadas, presentan teorías que llenen huecos. Muchas veces fallan: los
datos a disposición son tan pocos y caóticos. Otras veces aciertan en parte, pero con mezcla de
errores. Llegan así a retazos de verdad mientras mezclan huecos de oscuridad.
Un poco de prudencia nos ayudaría a reconocer que no podemos conocer claramente muchos
hechos de la vida. Esto vale a la hora de pensar en los cercanos: el divorcio de un primo resulta
sorprendente por lo rápido y extraño, pero no tenemos derecho a imaginar historias falsas que
permitan hacerlo más o menos comprensible. Y vale mucho más para los lejanos: la explosión
de una fábrica pudo ser un simple accidente: no hay que imaginar siempre a terroristas que
buscan desestabilizar un equilibrio ya de por sí difícil en el Estado.
Por desgracia, esa prudencia escasea. Tanto que las famosas teorías y narraciones de
“complots” tienen un éxito enorme y circulan rápidamente en libros, programas de radio o
televisión, páginas de Internet. Suponer conspiraciones y planes para conquistar el mundo,
para destruir a unos y promover a otros, llena muchos huecos y satisface curiosidades de
quienes desean historias completas, atrayentes, pero con falsedades a veces sumamente
dañinas para quienes son vistos como culpables sin serlo.
La realidad, hace falta recordarlo una y otra vez, nos llega de modo fragmentado. Por eso, en
la mayoría de los casos lo mejor será reconocer, como los antiguos, que no sabemos ni
tenemos elementos de juicio para comprender exactamente la dinámica de los hechos.
En muchos casos, sólo tras la muerte comprenderemos. Mientras, como peregrinos entre
tinieblas, podemos vivir y pensar desde una mirada sencilla que sabe distinguir entre lo
conocido y lo desconocido, que evita teorías atrevidas y engañosas.
Así será posible adoptar una actitud de apertura serena a la hora de acoger los pocos datos
que nos permiten entender algo (poco o mucho) de este mundo complejo y lleno de misterios.