Vidas sin monumentos
P. Fernando Pascual
6-8-2011
Héroes, escritores, políticos, militares, inventores y científicos: miles de seres humanos ocupan un
lugar en las enciclopedias y los libros, en monumentos y calles, llegan incluso a recibir homenajes
conmemorativos.
Al mismo tiempo, millones y millones de hombres y mujeres no gozan de fama. Sus nombres no
están escritos en los libros, ni dan nombres a las calles del lugar donde nacieron. Algunos ni
siquiera tienen sus restos sepultados bajo una lápida en el cementerio.
Sus vidas sin monumentos transcurrieron en el silencio. Tuvieron momentos de luz y de sombra.
Amaron y sintieron rabia en sus corazones ante injusticias reales o fingidas. Caminaron en lo
sencillo y cotidiano. No dejaron huellas visibles, aparatosas, en la historia humana.
A veces olvidamos que existen parámetros diferentes, perspectivas más ricas a la hora de valorar a
los hombres. Porque sin monumentos hay quienes supieron amar y perdonar, ayudar y acoger a
familiares, amigos y desconocidos.
Desde sus corazones y sus actos escriben páginas sencillas y grandiosas de la historia. Sin
reflectores, brillan con una luz interior que llega a los cercanos y, de modos sorprendentes, también
a los lejanos.
En el mundo de los cielos hay vidas sin monumentos terrenos que valen mucho. Simplemente,
porque buscaron a Dios y le dejaron el primer lugar en sus corazones y en sus actos sencillos y
valiosos. Porque aprendieron la ley fundamental de la vida hermosa: perderse para encontrarse, caer
en el surco y morir para dar frutos, existir no para sí mismos, sino para Dios y para los hermanos.