MALLA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Satisfechísimo he leído las palabras que dirigió el Papa a los peregrinos que
acudieron a Castelgandolfo el pasado miércoles 3. Les recomendaba que
aprovecharan las vacaciones para leer la Biblia. Lo curioso del caso, que para mí no
lo es, fue que no hiciera referencia al Pentateuco, a los profetas o al Salterio, libros
de tono mayor, sino a sencillas narraciones o un librito de poesía amatoria, erótica
y sensual. Al leer el discurso me parecía estar escuchándome a mí mismo. Desde
hace mucho tiempo aconsejo a los no iniciados empezar por estos atractivos
relatos y advierto, como también lo hace el Papa, que se leen en menos de 1 hora.
Me entretengo un momento y me atrevo a sugerir algo más. Ester es una bella
historia. Os deleitáis primero escuchando Scheherazade, de Rimsky-korsakov.
Recordáis después el simple entramado narrativo de “Las mil y una noches”. Iniciáis
a continuación la lectura. Sustituís al Sultán por el rey Asuero y a la sensual
Scheherazade por la reina Ester. Vais leyendo como si se tratara de una novela de
intriga, hasta el final. Si sois un matrimonio que gozáis de vuestro amor, leéis el de
Tobit. Las hazañas del joven y el casual encuentro con Sara, la desventurada y
agraciada joven, a quien ama antes de llegar a conocer por los informes que le da
el buen compañero. La valentía y coherencia de los padres de ambos, mantienen el
interés hasta el final. Un matrimonio adulto recordará con nostalgia los incidentes
de su noviazgo. Ante la superficialidad de tantos amoríos de hoy, gozará leyendo el
Cantar de los Cantares, al que no le falta sensualidad, ni carece de sensibilidad,
ilusionada la pareja en su mutuo amor. Un bello conjunto para lectura para
enamorados, para místicos de subida contemplación o para simples aficionados a la
buena poesía . Del de Rut voy a referirme después, omito ahora comentarios.
Recomienda también el Papa el de Job y el Eclesiastés. Maravillosas reflexiones,
muy aptas para leer pausadamente en el desierto, sea de dunas o de agrestes
montañas. Al Dr. Margalef, nuestro ínclito científico, le encantaban estos y los
demás libros sapienciales. Cuesta iniciarlos, lamenta luego uno que se acaben.
¿Y qué tiene que ver lo escrito con el título que encabeza esta columna?
Decía antes que me iba a detener más tarde en el encantador libro de Rut.
Fascinante el relato y maravilloso el minimalismo de sus detalles. Goza uno cuando
lo lee si conoce antiguos procederes. Y a eso voy.
Malla es un pueblo de unos 300 habitantes, muy próximo a la ciudad de Vic.. Su
vecindad tiene encanto. Conserva tradiciones cristianas muy bien actualizadas,
pero no voy hoy a referirme a ninguna de ellas.
Si el libro de Rut es encantador y las parábolas evangélicas también, pero hay que
reconocer que están mediatizadas por una cultura que no es la nuestra. A la
tecnología actual de tractores y cosechadoras le falta encanto. En Malla, algunos
románticos vecinos compraron trigo del antiguo para sembrarlo a mano. La
simiente cae en el campo o en las orillas. Cuando la mies toma este precioso color
de oro viejo, hoz en ristre, la siegan y la apilan en gavillas esperando el día de
trillarla en una era. Me invitaron a ver estos quehaceres y fui ilusionado, imaginaba
que un multitud estaría observando, me decepcionó que solo éramos unos pocos.
Nada se vendía, tal vez era esta la causa de la ausencia tan acostumbrada al
consumismo. Advierto que a los mozos no les faltó la colaboración de unas mozas y
que el propietario del terreno se hizo presente un rato. Excepto que lo que
comieron no era trigo tostado, ni la bebida posca, se sentía uno en los campos de
Booz, cercano a Belén. . Estoy seguro de que si el Papa lo supiera, recomendaría
presenciar lo que yo vi.
Añado que aquellos quehaceres me recordaron al cascarrabias labrador Gedeón,
juez de Israel, y, cuando separaban los segadores hierbajos, la parábola de la
cizaña. ¡Ojala continúen con estas labores y vaya más gente a presenciarlas!
Padre Pedrojosé Ynaraja