El cuento de la rueda rota
¿Somos felices?
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Pareciendo un tanto atrevido, un autor añadía su propia
Bienaventuranza, no obstante tiene mucho de verdad. Así decía:
Bienaventurados los que saben reírse de sí mismos, porque no
terminaran nunca de divertirse.
Efectivamente, el no tomarse tan en serio evita muchas veces
los enojos o nerviosismos. Los enfados provienen muchas veces de
falta de objetividad, al no aceptarnos como somos, con todo y
defectos, sin dramas no tragedias. El siguiente cuento nos lo
ejemplifica.
2) Para pensar
Es la historia de una rueda a la que le faltaba un pedazo, pues
habían cortado de ella un trozo triangular. La rueda quería estar
completa para ser feliz, así que se fue a buscar la pieza que había
perdido.
Pero como estaba incompleta y solo podía rodar muy
despacio, podía contemplar las bellas flores que había en el camino
y disfrutó de ellas; iba tan despacio que le daba tiempo de charlar
con los gusanos y las tortugas, y logró tener muchos amigos;
también disfrutaba de los rayos del sol o la lluvia.
En su camino encontró montones de piezas, pero ninguna era
la que le faltaba, así que las hizo a un lado y para ser feliz prosiguió
su búsqueda, que más parecía un paseo.
Por fin, un día halló una pieza que le venía perfectamente.
Entonces se puso muy contenta, pues ya estaba completa, sin que
nada le faltara. Se colocó el fragmento en el cuerpo y empezó a
rodar. Volvió a ser una rueda perfecta que podía rodar con mucha
rapidez, pero... tan rápidamente, que ya no veía las flores ni
charlaba con los gusanos. Sus amigos apenas la veían pasar
velozmente.
Cuando se dio cuenta de lo diferente que parecía el mundo
cuando rodaba tan a prisa y que no era feliz, se detuvo, y decidió
dejar en la orilla del camino el pedazo que había encontrado y se
alejó rodando lentamente, reencontrándose con sus amigos y
siendo feliz disfrutando otra vez de la naturaleza.
Este cuento tiene su moraleja: en ocasiones pensamos que
sólo obteniendo la perfección, entonces seremos felices. Sin saber
que con nuestros defectos y debilidades ya lo podemos ser.
3) Para vivir
Ciertamente estamos llamados a la perfección, a la santidad,
pero esa se consigue, con la gracia de Dios, en la vida eterna. Aquí
en la tierra lo que nos toca es luchar por conseguirla. Y mientras
tanto, ya se puede ser feliz, si bien no absolutamente como en el
Cielo.
El hombre que creyera tenerlo todo sería un hombre pobre en
ciertos aspectos: nunca sabría qué se siente anhelar, tener
esperanzas o nutrir el alma con el sueño de algo mejor; tampoco
conocería la experiencia de recibir de alguien que lo ama algo que
no tenía.
Hay integridad y madurez en la persona que acepta sus
limitaciones y tiene el suficiente coraje para renunciar a sus sueños
inalcanzables sin considerar que por eso ha fracasado. Se ha de
buscar la entereza que permita sufrir una tragedia y poder
sobrevivir, perder a un ser querido y aún así sentirse completo.
Cuando aceptemos que la imperfección y defectos son parte
de la condición humana y sigamos rodando por la vida sin renunciar
a disfrutarla, habremos alcanzado esa felicidad a la que otros solo
aspiran.
San Josemaría Escrivá nos aconseja: “Todo eso, que te
preocupa de momento, importa más o menos. –Lo que importa
absolutamente es que seas feliz, que te salves” (Camino 297)
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