Víctimas de insultos gratuitos
P. Fernando Pascual
27-8-2011
Hay insultos que llegan al corazón: por la injusticia que sufre quien los recibe arbitrariamente; por
el odio que brilla en quienes los pronuncian; por el daño en los corazones en quienes presencian
tanta vileza.
Un insulto no quita la integridad moral de quien lo sufre como víctima. Pero puede dejar daños en
el alma. Por eso el insultado merece apoyo y consuelo, en vez de encontrar cobardías de quienes
prefieren mirar hacia otro lado y dejar correr el agua como si nada hubiera ocurrido.
También quien insulta, quizá sin saberlo, es víctima de ese mal profundo que se llama pecado. Será
odio, será sed de venganza, será malicia de quien desea destruir a otros para imponerse. Sólo Dios
conoce lo que puede haber en un corazón que se rebaja a insultar a personas inocentes con el deseo
rabioso de dañarlas.
Vencer el insulto malo es posible. Desde el perdón sincero, desde un compromiso práctico y alegre
a favor de la verdad y la justicia, habrá en el mundo manos y miradas ofrecidas para ayudar a las
víctimas y para que los ofensores puedan recapacitar. Entonces las víctimas recibirán consuelo, y
los verdugos tendrán más fuerzas para pedir perdón. Empezarán así a emprender el camino que
genera concordia y que une las almas desde el respeto y, sobre todo, desde el amor auténtico.