En espera de la muerte
El último canto del cisne
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Cada animal posee ciertas características que lo diferencian
del resto. Formas de ataque, de defensa, de expresar sus
sentimientos: alegría, odio, temor, amor. Se podría decir en sentido
amplio que cada animal tiene su propio carácter.
Uno de ellos, el cisne, no es una excepción, pero tiene algunas
cualidades que lo hacen muy especial y único. Suele vivir en
regiones frías, y habitualmente pantanosas. Tiene un pésimo
sentido del humor, que hace que tenga pocos amigos dentro de su
misma especie. Pero son decididamente monógamos. Cuando
forman una pareja es para siempre y solamente la muerte de uno
de los dos rompe ese idilio y esa fidelidad inalterables.
2) Para pensar
Un autor desconocido describía respecto al cisne una de las
historias más indescifrables del mundo animal. Bellos, orgullosos, de
largos y estilizados cuellos, armónicos, los cisnes no cantan, salvo
los ejemplares de una de sus especies que emiten un sonido algo
gutural y poco agradable de cuando en cuando.
Sin embargo, casi todas las especies de cisnes rompen su
mudez de toda la vida en un único momento: cuando van a morir.
En ese mismo instante cantan de una manera armoniosa y casi
mágica. El sonido de ese canto puede escucharse hasta cinco o seis
kilómetros de distancia en los espacios abiertos y se parece, por
momentos, a la música de un corno, que es un típico instrumento
de orquesta Sinfónica.
Luego, cuando la muerte está ya más cercana, aquel sonido
cambia misteriosamente y se asemeja mucho al tañer de unas
campanas graves. Aquella música no es sólo un sonido. Es un
conjunto de armonías que se parecen de pronto a un lamento
plañidero y, de pronto, a un himno lleno de fervor y hasta de
alegría.
El resto de los cisnes saben de qué se trata, y guardan un
respetuoso reconocimiento mientras su compañero está
despidiéndose de la vida con ese único canto. Ni siquiera la pareja
del moribundo lo acompaña en su canto. También permanece en
silencio, aunque a su lado. La escena puede durar unos minutos,
después de los cuales el cisne morirá y el lago seguirá siendo el
mismo, con un silencio solamente roto por el chapotear de los
animales o de las dulces aguas que chocan blandamente contra las
orillas. La pareja del cisne muerto se alejará del lugar, separándose
de todos los que fueron sus compañeros, y nunca más se sabrá de
ella.
3) Para vivir
La ciencia no ha podido desentrañar el misterio y saber el
motivo de aquel último y único canto del cisne. Sin embargo, esa
historia nos puede ayudar a valorar dos cosas: una es la fidelidad,
rara entre los animales, pero que entre las personas es
imprescindible, sobre todo en el matrimonio o en una vida
entregada a Dios. Y la segunda es el canto de despedida en una
espera digna de la muerte. Si un animal con sus limitaciones las
sabe vivir, cuánto más los hombres habría que saber vivirlas.
San Josemaría nos aconseja al respecto: “No tengas miedo a
la muerte. –Acéptala, desde ahora, generosamente..., cuando Dios
quiera..., como Dios quiera..., donde Dios quiera. –No lo dudes:
vendrá en el tiempo, en el lugar y del modo que más convenga...,
enviada por tu Padre–Dios. – Bienvenida sea nuestra hermana la
muerte!” (Camino, n. 739)
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