JMJ (FERIA VOCACIONAL)
Padre Pedrojosé Ynaraja
Me encantó la de Valencia, dedicada a la familia, se ofrecía ayuda tanto a las que
podían estar en crisis, las que buscaban espiritualidad, como las que podían
proyectar parejas de novios. La de Madrid, con sus 68 stands, iba dirigida a
posibles vocaciones que se le ofrecían al cristiano. Seguramente la infraestructura
era aprovechada de otras exposiciones, de aquí su uniformidad en tamaño, letreros
etc. Carecía, pues, de la vistosidad de la de Valencia. 68 pueden parecer muchos,
pero son muy pocos. La llamada del Señor, su imaginación, es portentosa y
enormemente variada. En esta muestra se podían encontrar algunas. Como era
común denominador de las Jornadas, la amabilidad imperaba entre los que acogían
o informaban. La visité en dos ocasiones con bastante detenimiento.
Unos nombres e instituciones tenían más garra que otros. En el de las Obras
misionales Pontificias, me alegré comprobando que aquella Santa Infancia de los
sellos de Correos y el papel de estaño, que conocí de pequeño, continuaba, sin que
viera sellos ni estao por allí, por descontado. Me sorprendi el “Chemin Neuf” que
conocía un poco por mis visitas a Nazaret y que descubrí que era más amplio de lo
que imaginaba. En los dos de escultismo católico, evidentemente, me encontré
como en casa. Me sorprendió que los cartujos tuvieran el suyo, sobrio y solitario
como corresponde a su vocación, pero lamentable y escasamente informado, por el
voluntario que lo atendía. No podía faltar ni Manos Unidas, ni la Ayuda a la Iglesia
Necesitada (mejor presentada, acertado impacto y rico contenido, la de esta
institución, que se podía visitar en la iglesia de los Jerónimos) ni los Identes, ni los
Cristianos sin Fronteras. Descubrí la Congregación de la Resurrección, única, según
me contaba quien me atendió, que había escogido el título del misterio
fundamental de nuestra Fe.
He citado unos ejemplos, significativos unos y tal vez desconocidos otros. Fuera de
utilidad personal para el paseante por el Retiro o no lo fuera, lo que si proclamaba
es que la JMJ no era dominio de los que tan despectivamente llaman movimientos
ultras. No estaban ausentes ni los Cursillos de Cristiandad, ni los Legionarios de
Cristo, ni los Heraldos de Evangelio, por citar algunos ejemplos. Cuando vi el letrero
de las Hermanitas de los Pobres, me emocioné por la colaboración que mi madre,
una hermana y, yo mismo, les hemos prestado. Añoré no estuviera el Cottolengo,
donde me alojaba y del que hablaré otro día.
Me creo en la obligación de dar razón de mi interés por esta feria. Gracias a Dios, a
lo largo de mi vida sacerdotal, he conocido confidencialmente, el deseo de algunos
jóvenes, ellos y ellas, de entregarse totalmente al servicio de las cosas de Dios. Me
he alegrado de la opción, pero nunca he querido intervenir directamente en la
búsqueda. He facilitado nombres y direcciones, he rezado, por descontado, para
que fueran fieles a las sugerencias del Espíritu y he ido observando los
descubrimientos, a veces difíciles, del camino que Dios había preparado a su
medida. Nadie ha escogido el mismo que elegí yo, pero no por ello me he afligido.
Viven su vocación lejos de donde yo resido, en tres continentes, pero esto que
puede parecer un hándicap, deviene una riqueza para mí, que de alguna manera
participo de su realidad.
Cuando me alejaba del Retiro iba pensando ¿no debería existir algo así en el
terreno del espacio virtual? ¿No debería estructurarse una feria de las vocaciones
por Internet? Otro día explicaré lo que imaginaba, me limito hoy a sugerirlo.
Padre Pedrojosé Ynaraja