El grillo
Padre Pedrojosé Ynaraja
Volvía a casa con el chico que me acompañaba, después de haber visto las plantitas
de azafrán. Le comentaba yo que ahora no existía interés por ver o tener cosas tan
simples como plantas de nuestra tierra o animalitos que viven de siempre en el
país. Se me ocurrió ponerle el ejemplo de los grillos y resulta que a él ni siquiera le
sonaba la palabra. Le conté entonces que antiguamente, en llegando el verano,
salíamos a buscar bichos de estos, que nosotros decíamos que cantaban ¡pura
imaginación! La verdad sea dicha que chirriaban histéricamente. Para atraparlos era
preciso utilizar una cuidadosa técnica. En primer lugar se debía encontrar el agujero
donde se escondía, después introducir una pajita con suavidad, para que no se
diera cuenta del peligro y saliese. A continuación pasaba a nuestra cajita, donde le
aguardaba una hoja de lechuga. El grillo, para quien no lo conozca, es un insecto
negro, brillante y nervioso. Según decíamos entonces, en el dorso, entre las
arrugas de los élitros, lucían una P o una R. Creo que los segundos sonaban mejor
que los otros primeros. Disfrutábamos y concursábamos, disputando quien era
propietario del que duraba más su chirrido. A los mayores de la casa les irritaba y
nos obligaban a sacarlo fuera por la noche.
Las actuales tecnologías agrícolas han cambiado muchas cosas. Como consecuencia
de los pesticidas han desaparecido o mermado muchos de nuestros bichos,
supongo que los grillos han sufrido esta agresión, máxime cuando los herbicidas
han actuado sobre plantas de las que se alimentaban. Los chicos de hoy se
desentienden de estas búsquedas y se entretienen con artilugios informáticos, no
sé si disfrutan tanto. A nuestros campos les faltan también plantas silvestres y han
disminuido enormemente pájaros tan habituales entre nosotros como el gorrión, la
golondrina o el petirrojo. Son cosas de los tiempos, son carencias que anulan la
posibilidad de vivir sencillas aventuras y contemplar enigmáticas bellezas.
El grillo aparece esporádicamente dos veces en la Biblia, concretamente en el
profeta Joel. Posiblemente se hable de él en otros pasajes. Los autores inspirados
no eran expertos entomólogos y seguramente los confundían con langostas y
saltamontes. No van tan errados, todos ellos son ortópteros, orden insectos,
artrópodos en consecuencia.
Y es a lo que quería ir. Son ellos casi 2 millones de especies animales, más del 90
% de las que existen en el mundo, es decir el grupo que ha tenido más éxito
biológico en nuestro planeta. Su coraza de quitina, una substancia impermeable,
dura y ligera, les permite vivir fuera del agua y defenderse de muchos agresores.
Son los únicos invertebrados capaces de volar. ¡qué logro consiguió la evolución!
Dejaron muy atrás a los anélidos, a las indefensas lombrices de pescar, que fueron
sus antecesores. Pero esta armadura protectora, fue su prisión individual.
Si me he entretenido en estas disquisiciones es porque veo en la actitud de algunos
cristianos de hoy, una postura semejante. Viven su pequeña Fe, tan pequeña que
iba a ponerla en letra minúscula, despreocupados de lo que a su alrededor se
avecina. Protegidos, aislados, olvidadizos del crecimiento espiritual. Han conocido a
tantos aventureros religiosos desequilibrados, que han acabado mal o se han
alejado totalmente de la Iglesia, que deciden que es mejor vivir protegidos,
encerrados en sí mismos. Pese a que su vida carezca de interés.
La Iglesia prospera por otros derroteros. Un organismo vivo que no crece y se
multiplica, está condenado a desaparecer. Bienvenida sea la convocatoria que ha
hecho el Papa, de un “año de la Fe”. Es preciso huir de la posibilidad de
comportarse como grillos.
Padre Pedrojosé Ynaraja