Ignorancias humildes, seguridades falsas y verdad
P. Fernando Pascual
26-11-2011
Estar en una situación de ignorancia significa no conocer con certeza algo.
A veces esa situación lleva a una actitud humilde: al ser preguntados sobre un tema desconocido,
surge espontánea la declaración: no sé, prefiero investigar o responderte más tarde.
No todas las ignorancias son humildes, pero una ignorancia unida a una sana humildad permite
evitar afirmaciones apresuradas, a veces falsas, y abre horizontes hacia la verdad desde el deseo de
buscarla.
Una situación diferente es la de quienes poseen cierta seguridad interior sobre un tema concreto. Tal
seguridad puede venir de un auténtico conocimiento: uno sabe de qué habla y lo hace desde
convicciones bien fundadas.
Otras veces la seguridad se construye sobre arenas movedizas: uno supone tener la respuesta cuando
en realidad lo que piensa sobre el punto en cuestión es falso o, en el mejor de los casos, impreciso.
Es entonces cuando surgen seguridades falsas.
Las seguridades falsas engañan, sea a quien supone saber sin saber, sea a quienes escuchan al
interesado. Ante una respuesta llena de aplomo ofrecida por quien está en el error sin darse cuenta,
más de algún incauto quedará contagiado del mismo mal, se alejará de lo verdadero.
La verdad nos interesa a todos. En el camino de la vida recurrimos a otros para encontrarla. ¿Cómo
es el clima en tal lugar? ¿Siguen en obras en la carretera que lleva al pueblo donde vive un familiar?
¿Acabarán pronto las lluvias? ¿Dónde se consigue un abrigo bueno y barato?
Encontrar ayuda en quien conoce, desde la verdad, la respuesta nos serena. Recibir una respuesta de
alguien muy seguro de sí mismo pero equivocado, nos lleva, en ocasiones, a suponer como
verdadero lo falso. Constatar la honradez de quien dice, simplemente, “no sé, si quieres pregunto, o
consulto en libros buenos o en páginas serias de Internet y luego te respondo” nos da la paz de que
tenemos ante nosotros una ignorancia humilde y sana.