El sentido de la navidad
La Navidad pasa por ser una de las celebraciones mas arraigadas en nuestra
sociedad occidental; pero eso sí con significados bastante diferentes según los
casos, hay quienes ven la Navidad como las fiestas de la algazara y el
esparcimiento, días en los que por obligación hay que estar alegres y vivir a tope
haciendo lo que el cuerpo te pide, fechas de grandes comilonas y de consumismo
compulsivo en las se dispara la venta de los diversos productos, incluidos el alcohol,
las drogas, y los preservativos. Los hay más comedidos y aprovechan estos días
para viajar, hacer compras o simplemente descansar. A otros la Navidad les suena
a cordialidad, se trata de unos cuantos días que cada año reservamos para
experimentar lo bien que se vive llevándonos bien unos con otros o al menos fingir
que así es, compartiendo mesa y mantel con los colegas, pudiendo al final brindar
con champán y expresar a todos sus nuestros buenos deseos de felicidad, incluso a
aquellos a los que hemos estado haciendo la puñeta todo el año. Para la gran
mayoría se trata de unas fiestas familiares entrañables y cálidas, ambientadas por
el árbol iluminado, con luces de colores, adornado con bolitas, serpentinas y regalos
en torno al cual se conversa, se ríe, se canta y hasta hay a quien se le escapa
alguna lagrimilla nostálgica. Todo muy enternecedor y también muy artificial; que a
veces acaba como el rosario de la aurora cuando los vapores etílicos se le suben a
alguien a la cabeza y se olvida de las buenas formas . Estas son las navidades a las
que nos hemos ido acostumbrando y que poco a poco han ido ensuciando el
verdadero sentido de la NAVIDAD con mayúscula que se traduce por alegría del
amor de Dios que se nos revela a través de la sonrisa de un niño, NAVIDAD que es
gozo de ver al Dios nacido.
La Navidad sólo puede entenderse como el misterio del amor de Dios al hombre,
algo que no acabamos de comprender del todo, porque no nos cabe en la cabeza.
Nunca nos hubiéramos atrevido a pedir tanto, ni siquiera hubiéramos sido capaces
de imaginar esta locura divina tan hermosa y sublime; pero así es; por eso
estamos alegres y el gozo no nos cabe en el pecho .Estamos contentos de saber
que Dios se hace presente entre nosotros y su presencia ha llenado de luz y de
esperanza a nuestra tierra, contentos de saber que no estamos solos y que Él es
uno de los nuestros. A partir de ahora el orgullo de ser hombre está justificado,
nuestra dignidad ha quedado ensalzada pues la grandeza de Dios es nuestra propia
grandeza. En este Niño nacido en Belén Dios y hombre son ya una misma cosa y
cuando digo Dios me parce estar nombrando al hombre y cuando hablo al hombre
me parece que es Dios el que me escucha. ¿Qué cosa mejor pudiera habernos
sucedido? Ésta es la razón de nuestro gozo incontenible y desbordante.
El sentido de la Navidad va asociado también a la sencillez y recogimiento interior.
Martín Descalzo decía que era “un misterio de infancia”. Es el mismo Dios hecho
ternura, que hace que nuestros corazones puedan latir a otro ritmo. Todas las
Nochebuenas Dios se acerca a nosotros haciéndose pequeño en un escenario
humilde, casi menesteroso. Algo ha querido decirnos con ello y no es otra cosa,
sino que nos quiere ver como niños que se arrojan a sus brazos, olvidándose de
todo demás; pero nosotros nos resistimos a volver a la infancia. Nos hemos ido
haciendo adultos con muchas adherencias a nuestras espaladas, egoísmos,
recelos, envidias, ansias de poder. Nuestra sangre se ha ido envenenado con
impurezas y muchos miligramos de colesterol. Queremos tenerlo todo, poseerlo
todo, nuestras ambiciones son insaciables, ni la crisis económica que padecemos ha
podido cambiarnos. Hemos perdido la inocencia, por eso ya no soportamos en
nuestros nacimientos navideños la imagen de un Dios- Niño, humilde y pobre. Ello
nos incomoda desconcierta y descoloca Hemos preferido unas navidades sin Niño,
sin María , sin José que poco tiene que ver con la Navidad de hace dos mil años.
Cuando llegan estas fiestas ya no somos capaces de hacer renacer en nuestro
corazón al niño que todos llevamos dentro. De otro modo el milagro se hubiera
producido y nunca hubiera dejado de ser Navidad en nuestras vidas; pero ya vemos
que esto no es así desgraciadamente. Los hombres autosuficientes de hoy hemos
querido fabricar unas NAVIDADES sin Dios y esto es imposible.
Ángel Gutiérrez Sanz