TIQUISMIQUIS Y MALA BABA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Contaré dos anécdotas expresivas, pese a su banalidad.
Mirábamos una bella estatua colocada en un jardín. El mármol de Carrara es un
material muy apto para expresar la belleza, exuberancia y vitalidad del cuerpo
humano. Aquel excelente ejemplar era obra de J. Clarà. Me extasiaba su
contemplación, cuando un compañero, que se acercó más de lo debido a tocarla,
nos advirtió que se veían unas fisuras amarillentas en la superficie de aquella obra
de arte…
Acompañé los últimos 10 años de la vida de mi madre, más que octogenaria. Pese
a su buena salud, los años no perdonan, y salía poco de casa. Mi deseo de hacerla
feliz, me inclinaba a presentarle, siempre que fuese prudente, a las personas que
me visitaban y que fuera ocasión de un diálogo que a ella pudiera distraerla. En dos
ocasiones fueron amigos joyeros. Salieron a relucir regalos que se habían
intercambiado el día de su petición de mano. Un solitario recibió mi padre, un
brazalete ella. Conservaba la pulsera de pedida con ilusión y fue objeto de
comentarios elogiosos por los dos profesionales a los que satisfecha se la enseñaba.
A mí, aficionado empedernido a todo, me explicaron detalles que desconocía: tipo
de talla de los brillantes, tonalidad de la gema y técnica de la montura. A ella estos
detalles no le interesaban, aquello era testimonio de un amor, que compartió casi
50 años y que fructificó en 6 hijos. Le importaba un comino que se tratase de
carbono puro cristalizado, definición que recordaba de mi bachillerato, lo
fundamental para ella, era el testimonio de amor que aún conservaba.
El último mensaje del Señor, antes de desaparecer del espacio físico, encargaba a
los apóstoles y nos encarga todavía a nosotros, la evangelización. No se refiere a
técnicas, ni sistemas, ni estructuras. Predicar y bautizar es lo único que especifica.
Y cada uno, fiel al deseo del Maestro, debe hacer lo que pueda, sabiendo que su
labor irá acompañada de imprecisiones, imperfecciones y limitaciones. Que
responderá a mentalidades de cada época y crecerá a ritmos lentos o rápidos. Que
diferente es la vitalidad de un vegetal en invierno, que uno llega a creer que no
vive, al vigor de la primavera. La abundancia o escasez de agua también la
condicionarán. El eucalipto consigue tanta altura en 10 años, como la encina en
200. Admiro la esbeltez del primero, sin desdeñar la solidez de la segunda.
He puesto estos ejemplos para que fueran imágenes de gente que en el terreno
religioso existe hoy. Su espíritu supercrítico les lleva a ver siempre los defectos de
cualquier obra que no sea suya. Cualquier éxito es ficticio y son capaces de sacar
faltas a todo. Se dedican tanto a ello que no tienen tiempo de cumplir con los
deseos del Señor y si algún día las circunstancias les obligan, con discreción o con
aparatosidad, hacen mutis por el foro.
Me dan pánico aquellos que porque se creen jóvenes, generalmente se trata de
adultos inmaduros, sacan falta de todo y a todos desacreditan, sin contribuir en
nada a nada.
Gente de esta clase se ha arrimado a mis actividades en algunas ocasiones, ha
detractado lo que hacía, ha tratado de arrebatarme supuestos discípulos, se los han
llevado consigo y cuando se ha cansado, los ha abandonado, aduciendo razones
muy razonables, pero que los ha dejado chamuscados y desconfiados a cualquier
posterior iniciativa.
En la Casa de mi Padre hay muchas mansiones, decía el Señor. Hay que respetar la
variedad de vocaciones y aceptar la opción que cada uno hace, de acuerdo a sus
criterios de fidelidad.
La evangelización, nunca tanto como ahora, es primordial. No perdamos tiempo
denigrando que, a la postre, es pecado de homicidio espiritual, en grado de
tentativa.