INICIATIVAS DE DIOS, MUJERES ESCOGIDAS.
Padre Pedrojosé Ynaraja
Me desvío levemente del camino mental que tenía trazado dar a estos artículos, al
enterarme esta mañana, día 7 de enero del 2012, de que hace exactamente 600
años, que nació Santa Juana de Arco. He recorrido prácticamente todos los lugares
por donde transcurrió su vida, tengo y he leído unos cuantos libros que a ella se
refieren y otras tantas películas, empezando por la que le dedicó Karl Dreyer y que
es considerada una de las mejores de la historia del cine. (Advierto que pertenece a
la época anterior al cine sonoro y por ello y el estilo del autor, es dura de pelar).
Claro que compruebo que la que ha tenido más éxito y mejor recuerda la gente, es
la que protagonizó Ingrid Bergman, sin que sea la mejor.
Hoy en día, muchos se aficionan a leer novelas históricas o películas de idéntico
género, y se creen que por ello, saben historia. Cuando lo único que pueden
asegurar, es que han leído una narración de estilo histórico con más o menos
fortuna. Añádasele que, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, juzgan al
protagonista que piensan que saben exactamente como fue, desconociendo el
ambiente que le rodeaba, los criterios que impulsaban a las personas de su tiempo
y la común escala de valores que entonces tenía vigencia . Recomiendo a quien
esté interesado en conocer la personalidad de nuestra heroína, que lean los
estudios que de ella hizo la gran medievalista Regine Pernoud. Escribe con rigor,
fruto de la investigación que precede y con pasión, consecuencia de la admiración
que por ella siente. Leer Vida y pasión de Juana de Arco, deducida de su proceso de
rehabilitación, es una delicia.
. Advierto que yo mismo no me he limitado, antes de redactar estas líneas, a
informarme solamente por fuentes adictas. He visto estos días documentales de la
BBC que se proclaman fruto de investigación, y ya se sabe que la institución inglesa
no se distingue precisamente por simpatizar con lo católico y que, dado en este
caso, que la emisora se siente heredera responsable de las tradiciones de la blanca
Albión, tampoco le hace gracia el recuerdo de este minúsculo personaje, que no
llegó a cumplir 20 años, y que fue capaz de expulsar a los ejércitos normando,
aliados con traidores borgoñones, del continente europeo. Busca y rebusca, razones
para rebajar su gesta, acudiendo al psicoanálisis, a los posibles errores de los
copistas, al esoterismo y otras yerbas de semejante género.
Vaya por delante, por si alguien no lo sabe, que Juana de Arco, nunca utilizó su
espada para herir o matar a nadie, que era puro símbolo, muy preciado para ella
por su origen, pero que su única arma en las batallas que le cupo dirigir, fue el
estandarte.
Pero las novelas, las películas y el arte en general, describen sus gestas guerreras,
sus uniformes, su victoria rompiendo el cerco de Orleans y su trágica muerte, sin
tratar de contar detalles de su interioridad, que son de gran valor. Regina Pernoud,
acaba uno de sus libros proclamando que es un ejemplo para el seglar cristiano de
hoy. Me limitaré a ofrecer algunos datos que ella aduce y yo recuerdo, y otros que
he aprendido de otras fuentes. No ignoro que al gran público no le interesan estas
cosas, dada la avidez por todo aquello que llamando histórico, está envuelto en
espectacular ropaje teatral
Juana fue una chica sencilla, nacida en Domrémy, pequeño pueblecito de la
Champagne, situado entre Dijon y Luxemburgo. Su localización puede resultar
atractiva para el amante de rutas culinarias, deseoso de conocer los orígenes y
elaboración de la salsa de mostaza o los caldos espumosos con denominación de
origen, perdón por la profanación; quería decir por quien admira las intuiciones del
benedictino Dom Pierre Pérignon y quiere también, extasiarse ante la catedral de
Reims y su ángel sonriente. Sus padres, los Arco, eran labradores sencillos, que no
pobres, le encomendaron el cuidado del rebaño familiar. A penas sabía escribir su
nombre, se conserva una temblorosa firma, en otra ocasión se trata de una simple
cruz, manera de hacerlo los analfabetos. El bosque, la piedad cristiana familiar,
amén de la asistencia a la vecina iglesia donde fue bautizada y comulgó,
estructuraron una personalidad muy peculiar, coherente con los dones recibidos e
inquieta por los males que afligían a los suyos, los ejércitos extranjeros. Todo ello
le hizo preguntarse en la soledad de la montaña, qué es lo que podía y debía hacer.
Se planteó su futuro como fidelidad a una vocación, que para ella se especificaba
en lo que llamaba “sus voces”. Decía, que quienes la animaban e indicaban lo qué
debía hacer, eran San Miguel arcángel, Santa catalina y Santa Margarita. Advierto
que nunca suplantaron su Fe en Dios y su devoción a Santa María. Los estudiosos
dicen que son comunicaciones místicas, a las que ella supo ser fiel.
Valiente y pilla, como buena aldeana, trabajadora que sabía hilar y cocinar, como
cualquier mujer del pueblo, dice de ella misma en uno de los interrogatorios. Aguda
en sus respuestas, pese a no tener conocimientos académicos, ni siquiera
escolares, fue capaz de convencer y animar a un rey que, viviendo rodeado de su
corte que le alagaba, desconfiando, y el mismo también, de la legitimidad de su
origen y recelando del valor de su ejército, fue capaz de encomendar su dirección a
esta labriega, a la que no había podido engañar en el primer encuentro.
Juana se vistió de soldado, para que vieran en ella únicamente la enviada. Suprimió
las prostitutas que siempre acompañaban a los ejércitos. Fue capaz de animar a la
tropa y habiendo logrado que el rey, “su delfín” fuese coronado en Reims, final
seguro de la contienda que duraba 100 años, fue abandonada por todos. Cayó en
manos normandas, que la entregaron a un obispo, para que fuera un clérigo quien
la condenara, no unos militares. Sola ante sentencias de teólogos de la prestigiosa
universidad de París, humillada y obligada a que unas matronas investigasen si era
virgen, que certificaron que lo era, traicionada en uno de los aspectos más serios
de la práctica eclesial, el secreto de confesión, no abandonó a la Iglesia. Se atrevió
a apelar a la autoridad del Papa, sin ser escuchada. Piadosa y solitaria, murió
acompañada de un buen fraile, la única persona que en ella confió hasta el final,
que le mostraba un crucifijo, para darle coraje, mientras soportaba el fuego que la
consumía.
Viviendo incorporada a la práctica sacramental, antes de penetrar en París se
recluyó en Saint Denis, oyendo misa, cosa frecuente en ella. Fue admirada por la
misma Santa Teresa de Lisieux, que durante su noviciado la representó en una
comedia del convento y le dedicó una poesía.
Su capitán clamaba a Dios al empezar las batallas, gritándole: Señor haz por La
Hire, este era su nombre, lo que por ti haría, si fuera Dios. Siglos más tarde, la
santa de Lisieux escribiría: "¡ Oh María ¡. Si yo fuese la Reina del Cielo y Vos fueseis
Teresa, yo querría ser Teresa, a fin de que Vos fueseis la Reina del Cielo."
Juana no se ocupó de denunciar corrupciones clericales, desacreditar a sabios y
pedantes teólogos, reclamar derechos para los laicos y las mujeres. En medio de
tanta corrupción, procuro simplemente decir sí, a su manera. (como siglos antes lo
había hecho la Virgen María). Murió y de inmediato, pasaron solo cuatro años creo
recordar, se inició el proceso de rehabilitación, que le fue favorable. Fue
considerado suficiente, deberían pasar unos cuantos siglos, hasta que, sin que
ninguna orden o congregación o movimiento, lo solicitase, fuese canonizada, fue en
1920. Aviso a la navegación de cabotaje: declarar santo a una persona, si no se
vive las exigencias evangélicas, puede dar prestigio a un grupo, pero no es cosa
notoria. Puede conseguirse la inscripción del fundador en el catálogo, sin que por
ello mejore quien se cree su seguidor. Se proclama, horrorizados los promotores de
condenas, la maldad de la corrupción de menores, y no seré yo quien los justifique,
pero sin tener el morbo de la pederastia, el percatarse a los 18 años, de que se ha
traicionado el secreto sacramental, es como para hundirse, Juana era santa, no
ambicionó nunca dinero, fue capaz, pese al trauma síquico que es de suponer
sufri, coronar su vida con el martirio, conducida a la pira de lea en la “Place du
Vieux Marché de Ruan, por orden de una persona perteneciente a la jerarquía.
Creo que la mayoría de los lectores ignorará el nombre del prelado y del Papa de
entonces. Ni el catecismo de la Iglesia, ni el Youcat habla de ellos, de Juana sí.
Padre Pedrojosé Ynaraja