Hombre Nuevo
______________________
José Manuel, L.C.
El que da con una mano, recoge con las dos
Un sacerdote tiene privilegios insospechados pues además de escuchar y perdonar los
pecados, comparte momentos de condensada dicha o de profunda tristeza. En las montañas
de Antioquia, rodeada de aves y flores multicolores, he conocido a una mujer que necesita
un milagro para curarse de un cáncer mortal. La enfermedad quiere apagar la vida de una
estrella que durante muchos años se dedicó a dar amor y atención a los menesterosos. Ella
se entregó a servir, recorriendo calles y barriadas, a los que habitan debajo de los puentes.
No es de las que se conforman con repartir ropa y alimento, sino que los lavaba, les
enjabonaba el enredado y grasiento cabello, para dejar esos cuerpos momentáneamente
libres de la mugre. Ella supo dispensar abrazos y caricias, expresión auténtica de
compasión y afecto. Se trata de uno de tantos santos anónimos que en cada sonrisa te dejan
el alma flechada.
No sé cuánto tiempo continúe irradiando luz su mirada, pero lo cierto es que su recuerdo
anda deambulando por las calles en cada uno de esos niños semidesnudos, en los ancianos
abandonados, en los vagabundos. Ella no está sola, la familia y sus amigas de la infancia la
cuidan como a la perla su coraza. Lo que dio con una mano, ahora lo recoge con las dos.
twitter.com/jmotaolaurruchi