JUVENTUD Y EVANGELIZACIÓN
Padre Pedrojosé Ynaraja
Si he ido merodeando, observando y criticando, la imprecisión y mediocridad de la
llamada juventud de nuestros días, la de nuestra decadente cultura occidental, en
los últimos artículos, cosa de la que no me arrepiento, y digo más y remacho el
clavo, afirmando que al lado de muchos de 30 a 50 años, que se autodefinen
jóvenes, y a mí me marginan por considerarme viejo, que lo soy biológicamente, mi
experiencia ha ido confirmando la sensación de que en nuestro ambiente actual, el
espíritu juvenil se encuentra con más frecuencia entre gente mayor. Incluí el texto
de Rudyard Kipling y el que tenía en su mesa de despacho el general Mc Arthur y
estoy seguro de que se sienten más identificados con sus contenidos gente madura,
bregada en dificultades de todo género, que apostó por la fidelidad, huyendo de
engaños y mentiras, que inquietos parlanchines en la lengua inglesa, rápidos
manipuladores de PC o videojuegos, incapaces de recordar y aplicar en la vida
ordinaria, lo que aprendieron en clase, pues, si uno quiere comentar alguna cosa de
estas que antes llamábamos cultura general, te contestan que ya lo tienen
aprobado, y por ende olvidado, añado yo. Observo mucho interés entre esta gente
madura, que se atribuyen el calificativo de jóvenes, por escalar posiciones, situarse,
realizarse (el supremo propósito), ganar dinero y organizarse la vida
burguesamente. Hay que ser sincero radicalmente: esto no es juventud, aunque
ellos se lo crean y así se quieran definir.
La Santa Madre Iglesia, Esposa de Jesucristo y madre nuestra, en su realidad
actual, es rica en mártires, las flores espirituales que la embellecen sin medida.
Poderosa, porque atiende esmeradamente a los pobres, Cáritas, Manos Unidas,
Cottolengo, Hermanitas de los pobres y de los desamparados, leproserías etc. son
algunos ejemplos. Segura de su permanencia en la historia, por sus reservas de oro
espiritual, que son los contemplativos. Con porvenir sin miedo a la extinción, por
tener un organismo bien pertrechado: los misioneros del Tercer y Cuarto mundo.
Cuando me detengo a considerar estas realidades semi-ocultas, pero totalmente
reales, siento gran satisfacción por ser admitido en su seno y no deseo otra cosa
más, sino que muchos participen de este mismo gozo.
Lo afirmo con frecuencia a quienes admiro por su valor y su valer, a quienes
lamento que se encuentren en desdichada situación, a quienes desencantados y
aburridos pasan su tiempo llenándolo de ocupaciones o entretenimientos de inútil
valor, flotando siempre en vago desinterés por lo que no sea satisfacción inmediata.
A los tales y a cualquiera, les digo que traten de conectar con Jesús, leyendo el
Evangelio para descubrirlo, estableciendo un dialogo interior entre su propia mente
y su corazón, para que se eleve su alma y sienta todo su ser embargado de
felicidad, conglomerado de gozos y penas, de éxitos y fracasos, de dudas y
descubrimientos.
Hablar de esta manera sé que no está de moda. Hoy hay que sentirse horrorizado
por los delitos de pederastia de unos cuantos. Los que cometen familiares y
monitores, no tienen importancia. Hay que ver la TV y otros medios, para
avergonzarse del valor crematístico de los monumentos y obras de arte que hay en
las iglesias, que todos pueden gozar gratuitamente dicho sea de paso, de su
contemplación. Pero más que gozar de la belleza, muchos solo calculan el precio
que tendrían si se pusieran en el mercado. Que comerciantes mercadeen con obras
de arte, de las que nadie gozará, no tiene importancia. Así como hay personas que
no pueden vivir tranquilas si no descubren de continuo nuevas enfermedades que
les aquejan, hay gente que no se siente satisfecha, si no se entera, guarda por
dentro carcomiéndole y divulga, nuevas imperfecciones de gente de la Iglesia. No
ignoro estas realidades que lamento, pero me afano por descubrir aspectos
sorprendentes, asombrosos, admirables. No aspiro a codearme con obispos,
cardenales y superiores generales. Prefiero ser acogido, o simplemente recibido,
por los pobres o por quienes han dedicado su vida a servirlos. Mas que la aventura
de un largo viaje en globo, de la rapidez que pueda conseguir un deportista o los
millones de ventas de discos de un gitarreiro, o del vociferador de turno, prefiero el
saludo de una monja de clausura, la pregunta amable que me pueda dirigir un
contemplativo, la sonrisa de un pobre moribundo, el agradecimiento que me
demuestra el enfermo crónico a quien visito.
Hablo de experiencias, de emociones, de vivencias, porque, parodiando a B. Pascal,
los sentimientos del corazón, el amor cordial y el gesto amable, son capaces de que
descubra el otro la Fe que las mas sesudas disquisiciones y los mejores cálculos
matemáticos, por demostrativos que sean, dejan frío el ánimo.
Pero, claro, es más fácil discutir, presumir de erudito, de saber más que los demás,
de tener poderes arrolladores para convencer, que amar sinceramente,
generosamente, tiernamente.
Evangelizar es ofrecer a los demás lo mejor que tenemos, llegar a ofrecernos a
nosotros mismos, sin esperar nada a cambio
Padre Pedrojosé Ynaraja