LA BUENA NUEVA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Tengo la impresión de que me quedé corto al comentar el Youcat. No lo he leído de
cabo a rabo. Lo he mirado con detenimiento, me gusta mucho. Desde el formato,
apto para cualquier bolsillo, hasta la distribución del texto, la disposición de las
notas, que son marginales y las ilustraciones, que son preciosas. Cita autores que
me son predilectos y queridos, desde Juana de Arco, hasta Teresa de Lisieux,
pasando por Leon Bloy. Catecismo joven sería la traducción literal de su título,
breve enciclopedia manual, le llamaría yo. No es un libro infantil, ni exclusivamente
juvenil. Es un manual elemental, de lectura fácil. Tan fluido, que leyéndolo se
apasiona y pronto le resulta insuficiente su contenido. Se dará cuenta de que debe
acudir a textos macizos. Cuando los consulte, lo hará interesado. Hay que
reconocer que si la palabra catecismo goza de tradición eclesiástica, en nuestro
lenguaje resuena como librito infantil. Considero muy adecuado que no se haya
traducido el que le dieron los compiladores austríacos. Observo también que el
precio es común a las ediciones en otras lenguas: 13€.
Si elogio esta publicación, es porque encuentro a faltar en las actividades
promovidas por la clerecía, el deseo de comunicar, de contagiar, una buena y
nueva noticia. Ya que edificios nos sobran y las piedras se conservan bastante bien
solas. Se convocan reuniones a todas horas, para decidir volverse a reunir.
Lamento la imagen que a veces se da de nuestra Santa Madre Iglesia. Escribo
indignado por un reciente programa televisivo que me dio mucha pena. Pretendía
dar una visión de la actual. Es inconcebible que en media hora de retóricas e
imágenes tendenciosamente desprestigiantes, no se mencionara a Jesús (se
escucha creo, dos veces, la palabra Cristo). Tampoco habla nadie de Buena Nueva,
ni de Bienaventuranzas. Al oír que uno dice que la tarea de un sacerdote es la
plegaria, la oración y la obediencia, piensa uno en el último mensaje de Jesús y
constata que no coinciden ni palabras, ni conceptos. Recordaba que, estando en el
seminario, se me dijo: no te preocupes tanto del apostolado y estudia más. Por
muy superior y episcopal que fuera el que me lo decía, no le hice caso. Han pasado
60 años y continúo evangelizando lo que puedo y estudiando lo que necesito. Varios
compañeros muy empollones y sumisos, dejaron uno y otro. Recuerdo con
veneración y trato de ser fiel, la última conversación que tuve con mi padre, allá en
el 1957 y la más reciente con mi madre, segundos antes de morir. No me propongo
descubrir el mediterráneo. Tengo siempre presente el encargo que nos dio Jesús en
el Olivete. No he ido al fin del mundo, pero he recibido en mi casa y he tratado de
comunicar la Fe que me entusiasma a personas de más de 35 naciones, de los cinco
continentes. Y para que mi gozo sea pleno, hoy en día mis reflexiones se trasmitan
en revistas de papel que salen a escasa distancia de donde se pronunció el último
encargo de Jesús, al que procuro ser fiel. Y para más inri, mediante Internet, como
el agua empapa un trapo, se propagan por todo el orbe, antípodas incluidas.
Admiro las grandes catedrales góticas, a muchos les extrañará que diga que en mis
visitas a Paris, haya ido tres veces Saint Denis y nunca a los impresionistas, que
me gustan mucho, pero que permanecen en un segundo plano. Y digo esto porque,
en el programa del que hablaba, y por desgracia en otros semejantes, se dan
muestras de apasionados entusiasmos futboleros, como si se tratara de cualidades
imprescindibles del sacerdote. Imagino que si algún joven lo vio, pensaría que para
sentir tales goces, mejor fuera hacerse de los “ultras sur” o de los “boixos nois”. La
imagen que se dio fue la de un equipo de futbol de tercera regional, me decía un
compañero. Lamento que no se habló de felicidad. Craso error. Desde la
satisfacción anímica, hasta la salud, las estadísticas dicen que nuestro estamento
supera a los demás. Añado mi testimonio que nunca oculto: me siento feliz al ser
fiel a la vocación de Dios. Ya que me he referido con detalle al programa debo decir
que la intervención de un obispo, al que aprecio, sin importarme que sea el más
joven de España, y la del decano de Teología, dieron equilibrio y ecuanimidad. Faltó
sonrisas, sin que las carcajadas fueran necesarias (Eclo 21,20)
Padre Pedrojosé Ynaraja