Resucitar junto con Cristo
La resurrección de Jesús es el hecho más importante de toda la historia de la salvación,
todo se hizo para El y todo tiene plenitud en este hecho.
Los apóstoles de Jesús comenzaron su predicación anunciando este hecho indiscutible:
Jesús de Nazaret, quien fue clavado en una cruz y sepultado: RESUCITÓ. En la
Resurrección de Jesucristo está el centro de nuestra fe cristiana y de nuestra salvación,
ya que si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe (1Cor.15, 14) ... y también
nuestra esperanza. Pero sabemos que Jesucristo no sólo ha resucitado, sino que nos ha
prometido resucitarnos también a nosotros. A partir de esta verdad, se realiza la
evangelización desde hace dos mil años y hasta nuestros días.
La Resurrección es un hecho histórico, no algo imaginario o según la fe de los discípulos
y existen varias evidencias que respaldan el hecho:
El sepulcro vacío
Las apariciones del Resucitado
El testimonio de los que creemos
Y si pensamos en esas evidencias, en el momento de hoy, podemos extrapolar cada
una de ellas a nuestras a vidas ya que la resurrección de Jesús es un hecho que va más
allá del hecho en sí mismo pues anticipa nuestra propia resurrección.
- El Sepulcro Vacío:
Verdaderamente debemos dejar nuestro sepulcro interior vacio de tantas cosas. Vacio
de resentimientos, vacío de orgullo, de odio, de vanidad, de lujuria, de negatividad, de
prepotencia, de vagancia, de críticas, de comodidad...vacío de todo lo que no nos
permite resucitar junto a Cristo y nos empuja hacia el mundo. Cosa de que cuando
algún hermano se asome, así como el discípulo Juan se asomó al sepulcro vacío, pueda
decir : "vió y creyó (20,8)"
- Las apariciones del Resucitado
En muchos momentos Jesús se acerca a sus discípulos y camina con ellos. Estas
apariciones no fueron 'visiones, pensamientos o fantasmas", sino que son hechos
objetivos con un Jesús que es de carne y hueso, que "come, camina, habla y hasta se
deja tocar por sus discípulos". Es a partir de este hecho que los apóstoles comienzan a
predicar y a anunciar la buena nueva.
Así ocurre con nosotros. El encuentro con Cristo Resucitado, ese Cristo vivo, que nos
llena, nos interpela...nos AMA, es lo que nos llena de valor y de alegría para anunciarle.
No existe otra respuesta. Sabernos amados y amados hasta el extremo, nos lanza, nos
impulsa, nos conmueve. Queremos compartir con otros ese gran tesoro, ese gran
regalo, esa gran noticia. Ese encuentro podemos vivirlo a diario, en el Sagrario, en
nuestras casas, en el saludo de la mañana, junto a las flores del jardín...
Ese encuentro, que se puede dar en todos los lugares, incluso 'navegando' por una
página web (ya que Dios es omnipotente y dueño de todo cuanto existe), de manera
especial, es vivido en los Cursillos de Cristiandad y abarca todo: transforma el miedo en
celo por el evangelio; la ignorancia por sabiduría; la debilidad por fortaleza; la tristeza
por alegría. (Gal 1,23) , no sabemos muchas veces de donde nos vienen nuestras
fuerzas al hacer alguna labor apostólica, sin embargo la respuesta es tan sencilla...no
somos nosotros sino Cristo resucitado el que obra. Y para dejarle obrar a través de
nosotros debemos ser permeables a su espíritu, dóciles...cambiar nuestros criterios por
los de Él, dejar nuestros gustos por los suyos.
- El testimonio de los que creemos
Cada uno de nosotros, a partir de 'ser tocados' por Cristo damos testimonio de nuestra
fe.
“La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y
enseñó. Todas las verdades, incluso las más difíciles de comprender por el ser humano,
encuentran su comprobación porque Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de
su autoridad como Dios” (cf. Catecismo de la Iglesia Católica #651).
Al dar testimonio de lo que creemos y de aquel en quien creemos nuestra vida se
completa. Y solo a partir de ese hermoso momento, es cuando Jesús, una vez mas,
resucita entre nosotros.
Cada vez que dejamos el egoismo, el odio, la maldad y pensamos en el hermano, Cristo
vuelve a resucitar.
Cada vez que damos la cara en alguna ocasión por nuestra Santa Iglesia Católica,
Cristo vuelve a resucitar.
Cada vez que tomamos el tiempo de escuchar a nuestros mayores, entre todas
nuestras faenas diarias, Cristo sigue resucitando en cada corazón nueva vez.
Cada vez que vemos en un enfermo, el rostro hermoso de Jesús, Cristo resucita entre
nosotros.
El rostro del Maestro resucitado es tan hermoso, que no existe lienzo ni pintura que lo
pueda plasmar. Así también seremos nosotros si cada día nos acercamos más a El.
Resucitemos junto con Cristo cada día porque la vida es un camino que se puede andar
con esperanza, pues la muerte no es el fin del hombre, sino el medio para volver a su
destino final: Dios Padre.
Una hija muy amada por Dios, Nathalie Romero de Grau
Cursillo 744