¿Quiero que tú seas tú?
P. Fernando Pascual
28-4-2012
Alguien nos lo dijo, o tal vez nosotros mismos usamos esa fórmula: “quiero que tú seas tú”.
¿Qué significa eso? Depende de quién la usa y de cómo la usa. Puede significar que, para mí, es
bueno que existas como eres, que vivas como vives, que actúes como actúes. En otras palabras, que
tu modo de ser me gusta y lo acepto plenamente.
¿Es correcta esa fórmula? Si alguien me la dice a mí, puedo sentir una cierta desazón. Cuando miro
hacia el sótano de mi alma, descubro zonas oscuras, rincones llenos de telarañas, pensamientos y
deseos malos.
Muchas veces veo el pecado en mi vida. Le he fallado a Dios y a mi prójimo. ¿Puede alguien
decirme que yo siga siendo yo? ¿No sería mejor encontrarme con un amigo sincero que me diga:
“precisamente porque te deseo lo mejor, quiero que tú dejes de ser tú”?
Desde luego, decirle a otro que deje de ser lo que es no significa que desaparezca del planeta. Si la
nueva fórmula nace de un cariño sincero y sano, significa que deseamos que el otro empiece a
recorrer un camino hacia la madurez, hacia la plenitud humana y cristiana, hacia la santidad.
Entonces, ¿qué hacemos con la fórmula “quiero que tú seas tú”? Si con ella decimos que deseamos
que lo bueno que hay en el otro sea protegido y promovido, la fórmula vale. Pero como todos
tenemos siempre algo (casi siempre mucho) que cambiar, llega el momento de enriquecer nuestras
palabras para introducir una nueva fórmula: quiero que tú seas lo que Dios siempre ha soñado de ti:
un auténtico santo.