Ante los espíritus críticos, ¿cómo actuar?
P. Fernando Pascual
5-5-2012
Hay espíritus críticos que destrozan todo lo que encuentran en su camino. Lo que leen o lo que
escuchan es desmenuzado sin misericordia. Señalan puntualmente errores reales o imaginarios,
potenciales peligros en cada afirmación analizada, imprecisiones y lagunas, incluso intenciones
escondidas y proyectos llenos de malicia.
Ante esos espíritus es casi imposible construir un discurso aceptable. Si hablas, porque hablas. Si
callas, porque callas. Si afirmas, porque afirmas. Si niegas, porque niegas. Si te limitas a dar
opiniones, porque no te pronuncias. Si preguntas, porque buscas enredar a los oyentes. Si
respondes, porque eres un fanático que presumes de poseer la verdad absoluta.
Hagas lo que hagas, el espíritu crítico caerá sobre ti. Su único deseo es contradecirte. No hay
escapatoria: si has empezado a dialogar con él, estás perdido.
Desde luego, el espíritu crítico no actúa así con todos, pues de lo contrario le resultaría imposible
vivir en sociedad. Selecciona a sus “adversarios”, y a esos no los deja descansar. Emplea lo mejor
de su inteligencia para preparar flechas con la que contradecir a sus “víctimas”. Tras una aparente
escucha, arremete con minuciosidad y argucia contra todo lo dicho por el otro.
Ante personas así, casi resulta inútil medir las propias palabras. Uno está, simplemente, condenado
al desprecio y la derrota, si así lo ha decidido el espíritu crítico.
No todos llegan al radicalismo aquí descrito. Hay ocasiones más tranquilas, como cuando el espíritu
crítico se limita a un argumento concreto o hacia tal o cual persona, grupo o institución. En esos
casos, los críticos actúan con normalidad en muchos temas, pero lanzan su ofensiva dialéctica hacia
los blancos predeterminados. Son críticos selectivos, a veces por temporadas, y según motivos más
o menos concretos.
Entonces, ¿vale la pena argumentar con alguien así? Depende. Si no existe ningún atisbo de buena
voluntad, cualquier esfuerzo por ofrecer un razonamiento más o menos elaborado será inútil: el
espíritu crítico saltará a la yugular sin compasión...
En cambio, si hay aunque sólo sea una pequeña posibilidad de apertura de mente y de corazón, será
posible, al menos, sembrar el terreno de confianza y benevolencia, que son indispensables para que
inicie un intercambio de opiniones constructivo, sereno y enriquecedor para ambas partes.