URGENCIAS CRISTIANAS
Padre Pedrojosé Ynaraja
Preocupa a muchos la falta de sacerdotes. Impacienta a otros, la disciplina católica
de no ordenar para el ministerio presbiteral a mujeres. No quiero meterme en ello.
La verdad es que no me inquieta. Me pregunto al respecto, cual es el deseo de las
que lo solicitan. Me temo que su aspiracin es ser “Seor cura”, más que servidoras
de la comunidad en la Fracción del pan, el Perdón y la Unción sagrada.
Ordinariamente, mi ocupación de cada día, lo que es exclusivo de mi ordenación,
dura no más de media hora, tiempo que dedico a la misa que celebro en un
convento próximo. Todo lo demás, lo puede practicar cualquier cristiano consciente
de su vocación y como consecuencia de su bautismo y confirmación. Tengo la
impresión de que al analizar muchas de estas cuestiones, no se va a la raíz. Se
piensa más en el actual status, que en lo que es esencial. Una serie de funciones
sociales y eclesiásticas que ejercemos los sacerdotes, no son exclusivo privilegio
nuestro.
Que la actual Iglesia pasa por buenos tiempos, es indudable para todo aquel que su
cultura cristiana no derive únicamente de los noticiarios televisivos o de la prensa
sensacionalista, que a menudo son sectarias. Acudo siempre a lo mismo. Nunca
hubo tantos mártires cristianos como los hay ahora. Me lo señaló hace años Mons.
Helder Cámara y las estadísticas lo corroboran. Cada cinco minutos muere un
cristiano mártir. No faltan tampoco personas radicalmente entregadas al Señor,
intercesoras de la humanidad. (La conversión de Tomas Merton, que narra en su
preciosa obra “La montaa de los siete círculos”, da pie a una profunda reflexin a
este respecto).
Ahora bien, mártires y contemplativos, no son suficientes para el crecimiento de la
Iglesia, son su semilla y abono. Urge hoy, es mi opinión, que la acepte quien lo
quiera, que la Iglesia necesita urgentemente misioneros y profetas. Empiezo por el
apostolado, advirtiendo que debe orientarse al enriquecimiento, fundado en el
Evangelio. Sucede con frecuencia, que se quiere lograr adeptos para su grupo,
llámesele cofradía, pía unión, seminario, prelatura, movimiento o como fuere.
Ocurre que los miembros de estas asociaciones, conocen mejor sus reglamentos,
sus normas, lo que creen que son sus carismas, que el mismo Evangelio. Ponen
más interés en conocer la historia de su fundador que la doctrina y vida de Jesús.
Tampoco ignoro que en lo oculto y profundo de una personalidad idealista, hay
siempre la aspiración a ser fundador de una institución, o redactor jefe de
publicación de prestigio. Sentirse maestro admirado, es una de las grandes
satisfacciones del hombre inclinado a la generosidad. No obstante, conviene
recordar a Juan Bautista, que en el culmen de su actividad declara: conviene que Él
crezca y yo disminuya. Me atrevo a traducirlo a: conviene que la Iglesia crezca,
pese a que mi grupo pierda socios.
La actividad misionera en otros tiempos suponía trasladarse a tierras lejanas, a
menudo inhóspitas. La aparición de la realidad virtual, llámesele Internet, ha
cambiado las cosas y ha facilitado esta vocación. Evangelizar en este ámbito, no
está condicionado ni por edad, ni por sexo, ni por categoría. En principio, a nadie le
importan los años del redactor, ni si es hombre o mujer, sacristán, cuidador de
enfermos u obispo.
Hablo desatinadamente, que diría San Pablo. Pongo ahora mismo mi nombre en el
“inefable” Google y me contesta que en 0.28 segundos ha encontrado 9540
archivos, que por el mundo pasean y sé que algunos son leídos y pensados. Sin
salir yo de casa, mi vocación misionera, traducida tal vez por programas
automáticos a otras lenguas y captados y utilizados por diferentes personas y
organismos, llega a países lejanos. Alguna vez, por puro entretenimiento y oculta
satisfacción de mi vanidad, me he sorprendido de la utilidad para el Reino que
algunos les dan. Cosa que me responsabiliza cada vez que tecleo ante mi PC.
Y volviendo al inicio. Pongo el nombre de una mujer cristiana conocida y me
contesta que en 0.32 segundos ha encontrado 245.000 archivos. Y, por supuesto,
no es sacerdote.
(Que nadie se alarme, vaya por delante que la Iglesia hace Eucaristía y la Eucaristía
hace Iglesia, pero de esto escribiré otro día)..