D ON DE P IEDAD
“Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis
alas, están llenos de ojos todo alrededor y
por dentro, y repiten sin descanso día y
noche: «Santo, Santo, Santo, Señor, Dios
Todopoderoso, "Aquel que era, que es y
que va a venir"».
Y cada vez que los Vivientes dan gloria,
honor y acción de gracias al que está
sentado en el trono y vive por los siglos
de los siglos, los veinticuatro Ancianos se
postran ante el que está sentado en el
trono y adoran al que vive por los siglos
de los siglos, y arrojan sus coronas delante
del trono diciendo:
«Eres digno, Señor y Dios nuestro, de
recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo; por tu
voluntad, no existía y fue creado».” (Ap 4,
8-11)
Quiero sumarme al canto de los ángeles,
al homenaje que hacen los santos a quien es el
Señor de todo lo creado. Quiero rendir mi mente
y mi corazón y que todo mi cuerpo se postre en
adoración amorosa, sin complejo ni resentimiento, sin merma de identidad personal. Por
el contrario, alcanzando la vocación más alta, y la mayor dignidad, al poder presentarme
ante mi Creador en la humilde y agradecida actitud religiosa del reconocimiento.
Espíritu Santo, sé que mi orgullo y personalismo, a veces, se resisten a prestar el
obsequio más pertinente a quien es el Autor de todo lo creado. Él me ha concedido la
existencia, y vivo gracias a su amor y misericordia.
Dame el don de piedad; para siempre brote de mis adentros la relación teologal de
la adoración sobrecogida, de la que renazco.
Hemos sido testigos del momento cumbre de la JMJ en Madrid, cuando la
multitud quedó en silencio ante la presencia de la Eucaristía. El Rector Mayor de los
salesianos, se dirigía así este año a los jóvenes, con motivo de la fiesta de Don Bosco:
“El intenso silencio ante la presencia del Santísimo Sacramento, en actitud de
adoración, es expresión de la fe en esta fuente de espiritualidad que da la energía para la
entrega de la propia vida”.
Ven, Espíritu Santo, derrama sobre mi corazón el Don de Piedad, que sepa
adorarte en el Sacramento y servirte en los hermanos más necesitados, sacramentos
también de tu presencia.