Demasiado expuestos en Internet
P. Fernando Pascual
26-5-2012
Un caso imaginario (y muy verosímil). Un alumno pide disculpas al profesor porque no ha tenido
las dos horas necesarias para realizar un trabajo académico. El profesor va al perfil público del
alumno en Facebook y comprueba que ha escrito durante unas tres horas cientos de mensajes.
¿Conclusión? El alumno había tenido tiempo pero lo invirtió en Internet y no en sus deberes
académicos.
Ese es uno de los aspectos emergentes en el mundo de Internet: existe la posibilidad de quedar
demasiado expuestos ante ojos ajenos. En la prensa leemos, de vez en cuando, la noticia de un
trabajador que después de haber pedido permiso para no ir al trabajo por enfermedad, luego cuelga
en la Red sus fotos en la playa, con señales de gozar de perfecta salud. O que una chica descubre
que su novio tiene, con otro perfil, una segunda novia. O que la noticia dada por exclusiva en un
periódico lleva varias semanas girando por los blogs...
Esta situación, ¿es una ventaja o un riesgo? Depende. En parte, Internet permite descubrir pequeñas
mentiras de quienes dicen hacer una cosa cuando en realidad hacen otra. Esto sirve para conocer
mejor al otro, como ocurría antes con el teléfono: gracias a una llamada sabíamos que el amigo que
no vino porque decía estar enfermo acaba de aparecer en primera fila en el cine. No será tan amigo
quien inventa excusas falsas.
Pero esta situación conlleva riesgos. Unos pueden abusar de las muchas informaciones que otros,
por ingenuidad o por otros motivos, ponen sobre sí mismos en Internet. Quienes conocen mejor los
peligros de aparecer en exceso, saben esconderse y juegan con ventaja, mientras que otros quedan
muy expuestos al poner continuamente datos sobre su situación (qué hacen, dónde se encuentran,
qué leen, cuáles son sus gustos, a quién van a visitar, etc.).
Una buena dosis de prudencia ayuda a encontrar criterios adecuados sobre lo que se pone o se deja
de poner en Internet. No es correcto exponerse demasiado, pues más de uno puede usar información
pública para dañarnos. Pero sí es correcto condividir cosas buenas que valen para todos y
desarrollan ese deseo humano de que otros lleguen a conocer ideas o hechos que estimulan al bien y
que dan pistas para entender un poco mejor el mundo complejo en el que vivimos.